United States or Fiji ? Vote for the TOP Country of the Week !


Sonaron ronquidos en los cortos espacios de silencio que dejaba la artillería. Los oficiales, de pie detrás de ellos, examinaban el paisaje con sus lentes de campaña ó hablaban formando grupos. Unos parecían desalentados; otros, furiosos por el retroceso que venían realizando desde el día anterior; los más, permanecían tranquilos, con la pasividad de la obediencia.

Su rostro cetrino se coloreó con una aurora alegre. «¡Al diablo la muerte y sus miedos! ¿Iba un hombre honrado a pasar la existencia entera temblando por su llegada?... Podía presentarse cuando lo tuviese a bien. ¡Mientras tanto, a vivir!...» Y manifestó esta voluntad de vida durmiéndose en un poyo, con sonoros ronquidos que no lograban asustar a las moscas y avispas revoloteantes en torno de su boca.

Pero, de repente, cesaron éstos de rugir, de revolverse en torno de él buscando sitio para hincar sus colmillos, y se colocaron a su lado escoltándolo y acogiendo con ronquidos de satisfacción el roce de sus manos. ¡Bárbaros! decía Rafael en voz queda, sin dejar de acariciarles. ¡Malas personas!... ¿Ya no me conocéis?

Era domingo, y el buque protestante lo anunciaba a sus gentes con este salmo instrumental, que recordaba a muchos una ópera de Meyerbeer. Se apagó al fin la música, sin otra consecuencia que haber turbado durante algunos minutos los ronquidos de los pasajeros, llamados inútilmente a la meditación y la plegaria.

Al poco rato sus penosos ronquidos de borracho sonaron entre los verdes y erguidos tallos. Cuando despertó era ya bien entrada la tarde. Sentía pesadez en la cabeza y el estómago desfallecido. Le zumbaban los oídos, y en su boca empastada percibía un sabor horrible. ¿Qué hacía allí, cerca del huerto del judío? ¿Cómo había llegado tan lejos?

Sonaban penosos ronquidos, respiraciones jadeantes, cortando con su estertor animal el augusto silencio de la tarde. Parecía recogerse el mar, adormecido igualmente, sin otro rumor que el del roce de sus espumas en los flancos del navío. Un crujir de pasos sobre la madera hacía entreabrir algunos ojos, que tornaban a cerrarse apenas se alejaba el paseante importuno.

Grandote y bravucón para los compañeros de torada, mostrábase de una servidumbre cariñosa con el amo y su familia. Era como esos mastines feroces con los extraños, a los cuales los niños de la casa tiran de la cola y las orejas, aguantando con ronquidos de bondad todas sus diabluras.

El agua batía la peña donde se hallaban, salpicándoles de espuma y entrando y saliendo sin cesar en las profundas concavidades de la roca, que parecía hueca como un edificio. Las corrientes que se precipitaban por ellas despertaban en su seno extraños y confusos rumores, que unas veces semejaban los ecos lejanos de un trueno, otras los ronquidos profundos de un órgano.

Oía Fortunata los ronquidos del venerable Platón, cual monólogo de un cerdo, y sentía también los paseos de Ido, y algún monosílabo ininteligible, suspiros que parecían ayes de pena o invocaciones poéticas; y cuando el profesor llegaba en su deambulación febril a la puerta de la alcoba, creía distinguir sus manos o parte de un brazo que subían hasta cerca del techo.

Y cual trompeta gloriosa que anunciaba por anticipado el triunfo de Pimentó, empezaron á sonar los ronquidos de Terreròla el pequeño, caído de bruces sobre la mesa y próximo á desplomarse del taburete, como si todo el aguardiente que llevaba en el estómago buscase el suelo por ley de gravedad.