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Actualizado: 23 de junio de 2025


No había transcurrido una hora, cuando Juan despertó intranquilo, rompiendo a hablar de una manera algo descompuesta. Creyó Jacinta que deliraba, y se incorporó en su cama; mas no era delirio, sino inquietud con algo de impertinencia. Procuró calmarle con palabras cariñosas; pero él no se daba a partido. «¿Quieres que llame?». «No; es tarde, y no quiero alarmar... Es que estoy nervioso.

; me lo ha dicho... Digo, no, decírmelo, no... pero lo he adivinado por ciertas cosas... por algunas palabras indirectas.... Doña Paula estaba aturdida y sofocada. Afortunadamente, Cecilia no podía observar bien el color encendido de sus mejillas. Desearía saber qué palabras fueron ésas manifestó la joven con firmeza. ¡No me lo preguntes, hija de mi alma! exclamó la señora rompiendo a sollozar.

«¡Bendito Dios! exclamó Rafaela rompiendo a reír . ¿Pero Sr. Izquierdo, tan pobre es usted que no tiene para...?». Solutamente... ¡Te voy a poner más majo...!, verás. Te voy a poner un vestido muy precioso, tu sombrero, tus botas de charol.

Un químico de mucho talento ha inventado recientemente una composición sutil que también tiene su encanto. Rompiendo el tubo que la contiene, las gentes caerían como moscas, pero no se podría convencer a nadie de que la muerte había sido natural. Doctor preguntó la señora Chermidy , ¿qué es el ácido prúsico?

Mientras que si Juanita acertaba a ser rígida sin disgustar y ahuyentar al pretendiente, pero sin otorgarle tampoco el menor favor de importancia antes que el cura diese en la iglesia el pasaporte para los favores, convirtiéndolos en actos de deber y cargas de justicia, harto posible era que don Paco se emberrenchinase hasta tal punto que entrase por el aro, rompiendo todo el tejido de dificultades que al aro pusiesen doña Inés y otras personas, y elevando a Juanita a ser legítimamente la señora del personaje más importante del lugar, después de don Andrés Rubio, el cacique.

La luz que ilumina los banquetes viene a herir mis ojos por las rendijas de los balcones; el ruido de los panderos y de la bacanal que estremece los pisos y las vidrieras, se abre paso hasta mis sentidos, y entra en ellos como cuña a mano rompiendo y desbaratando.

Oye, y no te burles dijo ella rompiendo el silencio . Quería pedirte que cuando estés allá y te acuerdes un poco de contemples a esta misma hora esa estrella. Lo pensé anoche... lo he pensado todas estas noches. la mirarás acordándote de , y yo la miraré al mismo tiempo.

A lo que Papitos contestaba echando lumbre por los ojos: «¡Ay, hija, no me descuartice usted tanto!». Este solía ser el periodo culminante de la disputa, que concluía dándole la señora a su sirviente una gran bofetada y rompiendo la otra a llorar... Los disparates seguían, y al servir la mesa ponía los platos sobre ella sin considerar que no eran de hierro.

¿Conoce V. la provincia de Albay? dijo Enriqueta rompiendo el silencio. No, señora; es la primera vez que voy á ella, y lo hago como el que nada busca ni desea. Ya deseará y buscará. Yo no pude sondear toda la intención de aquellas palabras. ¿Y piensa V. describir su viaje? añadió Enriqueta. No pienso escribir una línea más.

El capitán, por una galantería, se aparta ligeramente de la ruta y lanza el buque entre dos islas, cuyo aspecto verde, alegre, rompiendo la matadora monotonía del Océano, encanta la mirada y levanta el corazón. Ambas están cultivadas prolijamente, y el esfuerzo humano se ostenta en todas las faldas de la montaña.

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