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Actualizado: 4 de octubre de 2025
¡Cuántas veces sonreía el Magistral con cierta lástima al leer en un autor impío las aventuras ideales de un presbítero! «¡Qué de escrúpulos! ¡qué de sinuosidades! ¡cuántos rodeos para pecar! y después ¡qué de remordimientos! Estos liberales añadía para sí ni siquiera saben tener mala intención. Estos curas se parecen a los míos como los reyes de teatro se parecen a los reyes».
¡Imbécil! tronó M. L'Ambert, jamás comprendes las cosas... por más que, en realidad, no es menester que comprendas. Se trata únicamente de que digas sin rodeos si quieres cambiar de conducta y renunciar a esa vida de crápula que me mata de rechazo. Te prevengo que tengo el brazo muy largo, y que, si persistes en tus vicios, sabré ponerte pronto a buen recaudo. ¿Preso? Preso.
Descartes entiende por pensamiento todo fenómeno interno de que tenemos conciencia. Para consignar este hecho, no necesita analizar proposiciones, ni confundir el entendimiento, cuando cabalmente es menester mas claridad y precision. Para llegar al mismo hecho Fichte da largos rodeos, Descartes lo señala con el dedo, y dice: aquí está. Lo primero es propio del sofista, lo segundo del genio.
Cierta vez, como aquel hombre volviera a hablarle de su abolengo, Ramiro, olvidando la reserva que las circunstancias exigían, declaró su verdadero nombre y la historia de su linaje. En seguida, sin mayores rodeos, contó su desgraciado amor y la doble muerte de su rival y de su amada. Bien hizo vuesa merced respondió el espadero tranquilamente. ¡Ay del varón que no hace lo mesmo!
Todos los defectillos de ella, todas las faltas, conocía doña Luz que el Padre las notaba, y que se las censuraba con rodeos delicadísimos; sin dejar por eso de advertir también cuanto en el alma de ella había de noble y de bueno, elogiándolo sin el menor empeño de serle grato por medio de la lisonja. Ella, entretanto, miraba en el alma del P. Enrique, y quería verla toda, como él veía la suya.
La proclama aquella, que es uno de los pocos escritos de Rosas, es un documento precioso que siento no tener a mano. Era un programa de su gobierno, sin disfraz, sin rodeos: el que no está conmigo es mi enemigo; tal era el axioma de política consagrado en ella. Se anuncia que va a correr sangre, y tan sólo promete no atentar contra las propiedades. ¡Ay de los que provoquen su cólera!
Era cosa de padre, ¿verdad? ¿Se había decidido, por fin, a buscarlos? ¿Iba a presentarse de un momento a otro?... Los rodeos que empleó Isidro para contestar aguzaron su instinto. En un momento columbró la verdad. No digas más, Isidro murmuró . No te esfuerces: no temas por mí. Yo soy fuerte. ¿Es que lo han matado en el bosque?... Acogió con serenidad la trágica noticia.
Don Fadrique no tenía tiempo para rodeos y perífrasis, y se fué bruscamente al asunto que le mortificaba. Sobrina, con franqueza: ¿los versos que hemos oído los ha compuesto D. Carlos para tí? ¡Qué disparate! respondió Lucía, soltando una carcajada. ¿Y por qué había de ser disparate? Porque nada de aquello me conviene: porque yo no soy Clori. Bien pudieras serlo. El poeta no describe á Clori.
Nuestros compañeros de viaje hallaron muy justa esta demanda, y, en su virtud, los bondadosos salmantinos que á todos nos servían de cicerone nos prometieron hacernos dar cuantos rodeos creyesen interesantes, aunque tardásemos mucho tiempo en llegar á la Universidad. Pasamos entonces á la Plaza de las Verduras.
Con mil perífrasis sutiles y con diez mil ingeniosos rodeos le hizo conocer, sin decírselo, que era lo que vulgarmente llamamos un cochino, y logró hacer en él, con la magia de su persuasiva elocuencia, lo contrario de lo que hizo Circe en los compañeros de Ulises, a quienes dio la forma del mencionado paquidermo.
Palabra del Dia
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