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Digo más: la Catedral Vieja es la venerable ejecutoria, el arca santa de tantísimos timbres y blasones..... Su antiguo Claustro, que infunde profundísima reverencia, fué cuna de los estudios salmantinos. Allí se ve la célebre Capilla de Santa Bárbara, donde, hasta hace cosa de cuarenta ó cincuenta años, se conferían los Grados Mayores.

Poco sobrevivió á esta feroz proeza, que le valió el epíteto de Doña María la Brava; pero más de un siglo los bandos que de ella nacieron entre los caballeros salmantinos ligados con una ú otra familia, á los cuales se dice servía de línea divisoria, rara vez hollada, el Corrillo de la Hierba, explicando este título, allá como en Zamora, por lo solitario y medroso del sitio.

Cumplidos tan gratos deberes, fuimos á visitar, acompañados de los eruditos salmantinos que ya conocéis, la renombrada Casa de la Salina, sita en la calle de San Pablo, y llamada así por haber servido modernamente de almacén de sal.

En el retablo del altar mayor hay un notabilísimo cuadro, de que con razón están orgullosos los salmantinos aficionados á las Bellas Artes.

Y aquí debo apuntar que la casa de Fonseca fué, durante siglos, la más poderosa de Salamanca, así en lo civil como en lo eclesiástico, y que, aparte de sus grandes guerreros, la hicieron célebre en toda la cristiandad aquel severísimo Arzobispo de Santiago y Patriarca de Alejandría de que tanto hablan las historias, y otro Arzobispo de Santiago y de Toledo, hijo suyo, á quien debieron los salmantinos importantísimas fundaciones, como diremos oportunamente.

Desde Santo Domingo bajamos hacia el río Tormes, pasando por un barrio en ruinas, en el cual hubo, hasta los tiempos de Enrique IV, un antiquísimo Alcázar Regio, que los monárquicos salmantinos de entonces juzgaron oportuno destruir, con anuencia del mismo Rey, para que no lo ocupasen los rebelados nobles. En aquella parte de la ciudad estuvo también la Judería.

Todos callábamos: los madrileños, porque una indefinible envidia de aquella tranquila existencia nos hacía contemplar con odio la vida febril de la corte á que estábamos condenados.....; y los salmantinos, porque adivinaban lo que sentíamos y temían acaso ofendernos dándose por entendidos de nuestra emoción ó elogiando aquella solemne paz de la Naturaleza, que no volveríamos á gozar en mucho tiempo..... ¡No; no volveríamos á gozarla, puesto que á la tarde siguiente, á aquella misma hora, estaríamos otra vez camino de Madrid, y puesto que Madrid es una máquina neumática para los mejores sentimientos del corazón humano!.....

Los salmantinos lidiaron en diferentes jornadas con varia fortuna, que se les declaró al fin totalmente adversa en los campos de Villalar. Al lado de Maldonado Pimentel, ó mejor dicho, en las filas de su gente, peleó allí como bueno otro Maldonado, algo pariente suyo y también hijo de Salamanca, y ambos cayeron prisioneros después de su derrota.

Nuestros compañeros de viaje hallaron muy justa esta demanda, y, en su virtud, los bondadosos salmantinos que á todos nos servían de cicerone nos prometieron hacernos dar cuantos rodeos creyesen interesantes, aunque tardásemos mucho tiempo en llegar á la Universidad. Pasamos entonces á la Plaza de las Verduras.