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Actualizado: 16 de julio de 2025
Te diré... Yo misma conozco que soy otra, porque cuando perdí la idea que me hacía ser señora, me dio tal rabia, que dije: «Ya no necesito para nada la dignidad, ni la vergüenza». ¿Tú te enteras?... Por una idea se hace una persona decente, y por otra roía idea se encanalla.
El viento había barrido los nubarrones hacia el poniente y dejaba en la parte de levante una claraboya por donde surgía esplendoroso el disco del sol. Aquella visión le apartó del mísero cuidado que ocupaba su mente. Sintió un estremecimiento y cayó de nuevo en la idea fija, terrible, que desde hacía algunos días le roía el corazón.
Y no parece sino que le faltó a Lotario en este punto todo su buen entendimiento, y se le fueron de la memoria todos sus advertidos discursos, pues, sin hacer alguno que bueno fuese, ni aun razonable, sin más ni más, antes que Anselmo se levantase, impaciente y ciego de la celosa rabia que las entrañas le roía, muriendo por vengarse de Camila, que en ninguna cosa le había ofendido, se fue a Anselmo y le dijo: »-Sábete, Anselmo, que ha muchos días que he andado peleando conmigo mesmo, haciéndome fuerza a no decirte lo que ya no es posible ni justo que más te encubra.
Voy a visitarla todos los días y a ofrecerle mis servicios. ¡Oh!, no es como tú, que eres de lo que llaman un parásito, la polilla del orden social, un vago. Tú y tus compañeros debéis ser exterminados, porque la roía sociedad..., en fin, yo me entiendo. Márchate. ¡Roer!, ¿qué haces ahí como una estatua? Tú no tienes inteligencia, no comprendes lo que yo hablo... Abur».
Mas como a pesar de sus rabiosos esfuerzos el gusano del apetito le roía cada vez con más crueldad las entrañas, el mísero, al cabo de dos meses, cayó en gran abatimiento. Sintióse desfallecer de amor y de deseo. No tuvo fuerzas para alejarse de Madrid. Volvió a rogar a su hermana que otra vez entablase las negociaciones.
Lo que sentía en su alma no era ni dolor, ni agitación, ni congoja; era tan sólo frío, un frío mortal que le roía los huesos. Nunca se había visto tan solo y desvalido. Sus ojos iban obstinadamente fijos en el suelo. No se atrevía a levantarlos e interrogar la inmensidad como otras veces. Estaba seguro de su respuesta y la temía.
Maldijo con todo su corazón las amables importunidades de año nuevo, pero no dejó traslucir nada de la inquietud que le roía el alma. Todos los que salían de su casa se hacían lenguas de su amabilidad. Y es que tenía un talento bien precioso para una dueña de casa; sabía hacer hablar a todo el mundo.
Pero el desaire, siquiera fuese el de una zafia aldeana, le roía el alma. Por más que aparentase alegría, y brincase y cantase como un estudiante crapuloso, lo cierto es que tenia los nervios excitados y prestos a dispararse.
Ido permaneció completamente insensible a la lisonja que le soltara su amigo, y tenía la imaginación sumergida en sombrío lago de tristezas, dudas, temores y desconfianzas. A Izquierdo le roía el pesimismo.
¡Vaya, niño! ¡á callar!... Too eso es guasa viva. Déjala para las pobrecitas que no te conozcan como yo. Y el majo con esto se mordía los labios y ocultaba con una sonrisa forzada el despecho que le roía. No pasó inadvertido este galanteo para Soledad. Aunque su inteligencia no era penetrante de ordinario, la tenía muy fina para adivinar cuanto ocurría en el alma de su amante.
Palabra del Dia
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