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Actualizado: 24 de mayo de 2025
Oí que preguntaban por mí, dejé la pluma, me restregué los ojos y salí al corredor. Era Mauricio que volvía de Villaverde con la correspondencia. Tenga usted; me dijo el mancebo, quitándose respetuosamente el jarano ahí vienen dos cartas para usted. Me dieron una en la casa; la otra en el correo.
Felipe III estaba ocupado en examinar con su montero mayor una magnífica escopeta de dos cañones que acababa de regalarle respetuosamente la muy noble y leal villa de Eibar. ¡Eh! vienes á tiempo dijo el rey al ver al duque ; tú que eres aficionado, ¿qué te parece este arcabuz de caza? Mira qué llaves, Lerma: una invención, una verdadera invención.
En la sala estaban María de la Paz, Salomé, y delante de ellas, en pie y respetuosamente, Elías Orejón y el ex-abate don Gil Carrascosa. Nada hemos hablado hasta ahora de la amistad de este singular personaje con las venerables viejas. Carrascosa, en su calidad de abate entrometido, frecuentaba la casa de Porreño, lo mismo que otras de la más elevada jerarquía.
Al pasar por la alcaidía, el alcaide les salió al encuentro respetuosamente y gorra en mano. En la otra mano tenía una daga y una espada, sencillas pero hermosas y fuertemente bruñidas las empuñaduras de acero. El señor alcalde de casa y corte, Ruy Pérez Sarmiento, acaba de enviarme para vuesa merced, estas armas, que le ocupó cuando le prendió dijo el alcaide.
El baile de Aida no dura más que cinco minutos y ellos sólo iban al teatro por esos cinco minutos; de manera que les importaba gozarlos religiosa y respetuosamente; pues existe esta particularidad en ciertos abonados a la Opera, que charlan como loros cuando deberían callar y escuchar, y por el contrario observan un admirable silencio cuando les sería permitido conversar mirando.
Este llegó junto al rey, y se arrodilló. Sacra, católica, majestad dijo con voz hueca y vibrante. Volvió el rey la cabeza, miró con suma majestad á Quevedo, y le presentó la mano. Quevedo la besó respetuosamente. Alzad, don Francisco dijo el rey. Quevedo se puso de pie.
Más tarde, Facundo ve uno de sus oficiales que da de cintarazos a dos soldados que peleaban; lo llama, lo acomete con la lanza; el oficial se prende del asta para salvar la vida, bregan, y al fin el oficial se la quita y se la entrega respetuosamente; nueva tentativa de traspasarlo con ella; nueva lucha, nueva victoria del oficial, que vuelve a entregársela.
Penetró en el zaguán, y acercándose casi respetuosamente al portero, de suntuoso levitón y gorra blasonada, le preguntó: ¿La señora de Martínez? No vive aquí. ¿Cómo? Que no es aquí. Sí, hombre; una señora joven y guapa que se llama doña Cristeta. ¡Acabara usted! Sí, señor. Segundo patio, escalera interior, piso tercero. ¿Está usted seguro? ¿Quedrá usted saber de la casa más que yo?
Por lo tanto, de nuevo la comitiva de venerables y majestuosos padres de la ciudad empezó á moverse en el espacio libre que dejaba el pueblo, haciéndose respetuosamente á uno y otro lado, cuando el Gobernador y los magistrados, los hombres ancianos y cuerdos, los santos ministros del altar, y todo lo que era eminente y renombrado en la población, avanzaban por en medio de los espectadores.
Señora dijo inclinándose respetuosamente, quitando el gorro turco que le cubría la calva, mucho siento que usted se haya molestado en subir. Bastaba un aviso para que yo me hubiera apresurado a ir a ponerme a sus órdenes. Doña Paula respondió con un gesto de gracias, llevándose la mano al corazón que le saltaba dentro del pecho como un potro desbocado. El Duque la examinó con sorpresa.
Palabra del Dia
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