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Actualizado: 1 de mayo de 2025
-Señor -respondió Sancho-, cada uno ha de hablar de su menester dondequiera que estuviere; aquí se me acordó del rucio, y aquí hablé dél; y si en la caballeriza se me acordara, allí hablara. A lo que dijo el duque: -Sancho está muy en lo cierto, y no hay que culparle en nada; al rucio se le dará recado a pedir de boca, y descuide Sancho, que se le tratará como a su mesma persona.
Garmendia mandó un recado a Zapiain, el relojero, pidiéndole un taladrador de metales, y cuando volvió el mancebo de la botica con él, nos pusimos los dos a horadar la caja por uno de los lados. La caja era fuerte y nos costó mucho tiempo el conseguir hacer un agujero. Hecho éste, metimos una aguja y miramos a ver si salía algo del orificio. Al poco tiempo salió un polvo negro.
No fue a dormir a casa: pasó recado a su madrastra, advirtiéndola que debía velar a un amigo enfermo, a fin de que ni ella ni Julia estuviesen con cuidado. No salió del casino, donde había estado toda la tarde esperando el resultado de la discusión de los padrinos.
Velázquez parecía absorto en su tarea. Antonio fumaba nerviosamente, echando grandes bocanadas de humo. ¡Ah! exclamó al fin aquél, llevándose la mano á la frente. ¡Qué cabeza la mía! Tenía que dar un recado preciso á Soleá y ya se me olvidaba... ¿Me haces el favor de la llave? ¿Qué llave? profirió Antonio con la misma sorpresa que si viese desplomarse todas las casas de la calle.
Levantóse este de muy mal humor, vistióse muy despacio con su elegancia acostumbrada, almorzó parcamente y sin apetito, y marchóse luego al Veloz, dejando a Damián la orden de llevarle allí al momento cualquiera carta o recado que para él llegase.
Yo me alegro de que hayas venido. Lo que hago es extrañarlo, por lo mismo que de mañana no vienes nunca. ¿Qué nueva, pues, no menos importante que el anuncio de tu boda, puede hoy moverte a visitarme tan temprano? Vengo aquí de embajadora: te traigo un recado que arde en un candil. ¿De quién es el recado? Del Sr. D. Jaime Pimentel dijo doña Manolita.
-Todo va bien hasta agora -dijo don Quijote-. Pero dime: ¿qué joya fue la que te dio, al despedirte, por las nuevas que de mí le llevaste? Porque es usada y antigua costumbre entre los caballeros y damas andantes dar a los escuderos, doncellas o enanos que les llevan nuevas, de sus damas a ellos, a ellas de sus andantes, alguna rica joya en albricias, en agradecimiento de su recado.
Se ve sentado en una mesa al tesorero del Rey con recado de escribir, presentándose Gonzalo y su compañero el bravo García de Paredes. Y éstos los libros: aquí Se siente vuestra Excelencia. Y aquí he de tener paciencia: ¿Papelejos? Pesia á mí.
Cuando Ricardo daba ya fin a su tarea de engullir y charlar, entró en el comedor Genoveva, diciéndoles: A la señorita María le duele un poco la cabeza y está descansando sobre la cama. Voy allá exclamó Marta, ausentándose velozmente. De su parte traigo para usted este recado, señorito añadió la doncella, presentándole una carta.
Recibí el recado y con él doce pañizuelos, y respondí a su madre, que los inviaba a algún hombre de aquel nombre. Pídeme ahora la mitad. Yo antes me haré pedazos otra vez que tal dé. Todos los han de romper mis narices. Juzgóse la causa en su favor.
Palabra del Dia
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