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Actualizado: 1 de mayo de 2025
La pobre cama de Inesita, las tres sillas que tenía y un pequeño velador, sobre el cual había recado de escribir, eran la pulcritud misma. Completaba el mueblaje un armario de pino con puertas vidrieras, dentro del cual había varios libros y no pocas curiosidades y primores de casi ningún valor, pero que allí estaban custodiados como si fueran los más portentosos objetos de arte.
El criado que le abrió la puerta le dijo que el Conde dormía con tranquilidad, que aquélla no era hora de visitas, que él no le pasaba recado y que se exponía a que le tirase a la cabeza los libros, el vaso de agua y cuanto tenía sobre la mesita de noche.
¡Maldígate Dios, racimo de horca! dijo el sargento mayor á Aldaba ; hace una hora que me tienes esperando. Vuesa merced sabe que hay cosas que no se hacen por el aire; después que vi á vuesa merced y me dió el recado, he tenido que comprar el pañuelo. Por cierto que he tenido que poner algunos maravedises. No hay que hablar de ello. ¿Y le has hallado como convenía?
-Y ¿qué es lo que dices, loco? -replicó don Quijote-. ¿Estás en tu seso? -Levántese vuestra merced -dijo Sancho-, y verá el buen recado que ha hecho, y lo que tenemos que pagar; y verá a la reina convertida en una dama particular, llamada Dorotea, con otros sucesos que, si cae en ellos, le han de admirar.
Pasa los días en Villa-Rosa; allí almuerza y come, y si la duquesa da algún paseo por la montaña, siempre es con él. ¡Sólo le falta dormir en la casa!... Cuando tarda en presentarse, ella envía inmediatamente un recado al hotel de los oficiales. El profesor se mantuvo silencioso, pero reconoció en su interior la exactitud de lo que contaba Spadoni. Lo mismo le decía Valeria.
Yo expondré mi doctrina; que exponga Juan Pablo la suya, y veremos quién se lleva tras sí a la señora humanidad. Diciendo esto giró sobre un tacón, y rápidamente salió, marchándose a su cuarto. Su mujer fue tras él muy afligida. Maxi se sentó en la mesilla en que tenía algunos libros y recado de escribir.
Mientras tanto, el espada atendía a todas las necesidades de la familia, y al fin acabó rogando a él y a su hermana que se instalasen en la casa. Así, la pobre Carmen se aburriría menos; no estaría tan sola. Un día, el Nacional recibió un aviso de la esposa de su matador para que fuese a verla. La misma mujer del banderillero le dio el recado. La he visto esta mañana. Venía de San Gil.
Y por si esto era poco, mientras Catana iba con el recado, él la siguió de lejos, como si tratara de ponerse en el rastro de su presa para que no se le escapara por ninguna parte. Así llegó al extremo del pasadizo que conducía al estrado.
Le preguntó si había estado a verla su compañero de viaje el sacerdote, y se apresuró a responderle que no, de un modo tan vivo que le llamó la atención. Después supo que había enviado un recado al sacerdote diciéndole que almorzase solo y que pasase luego por su habitación. Estuvo poco tiempo en ella. Le vio salir corriendo, agitado y tembloroso y echarse a la calle.
No, señor; pero me ha regalado dos onzas de oro porque pasara recado, y como no era decente que esperase respuesta en el zaguán, lo he hecho entrar en el cuarto de estudio. ¡Y dices que te ha dado dos onzas de alboroque! Pues ha de ser algo de importancia lo que trae a ese sujeto.
Palabra del Dia
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