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Actualizado: 1 de mayo de 2025
Cuando puedas... Si ahora no tienes que hacer... Quisiera que no se enterasen... Descuide usted, señorita respondió la morenita pálida sonriendo con amabilidad; nadie sabrá una palabra. Su mamá me va a mandar por almidón, y a la vuelta, ¡zas! me encajo allá. Al recibir Gonzalo el recado, sintióse acometido de punzantes remordimientos. Comenzó a pasear agitadamente por su cuarto.
Sé quién eres, pequeño decía . La semana pasada te vi rondando por estos sitios. ¿Diste al Señor mi recado? ¿Qué es lo que contestó? Las más de las veces los ángeles permanecían silenciosos ó balbuceaban palabras sin ilación, como niños bien educados que no quieren decir cosas desagradables á una señora. ¡Pero
El muchacho, que no podía tener desconfianza viendo una señora elegantemente vestida, salió corriendo a evacuar el recado.
Aunque viejo, dice chicoleos a toda criada que sale y entra, y se granjea por tanto su buena voluntad; la criada es al zapatero lo que el anteojo al corto de vista: por ella ve lo que no puede ver por sí, y reunido lo interior y lo exterior, suma y lo sabe todo. ¿Se quiere saber la causa de la tardanza de todo criado o criada que va a un recado? ¿Hay zapatero de viejo?
El duque se acercó á la reja, y con la voz siempre fingida dijo: ¿Sois vos Esperanza? Yo soy, caballero contestó de adentro una voz de mujer que, aunque fresca y sonora, no tenía nada de tímida ; ¿y vos sois quien me ha enviado un recado con el lacayo Rodríguez? Sí; sí, señora. ¿Y qué me habéis enviado? Un diamante que vale cien doblones. ¿Eso habrá sido por algo? Indudablemente. ¿Me conocéis?
Cuando amaneció, al fin, tiritaba yo de frío... y de tristeza, sentado a la cabecera de la cama de mi tío, después de haber visto desde la solana de mi cuarto que no se presentaba el nuevo día más risueño que el anterior, y de enviar recado a Neluco para que anticipara la visita cuanto le fuera posible.
Sacó el dinero, hizo poner una carta muy fina y muy cortés, dando las gracias al sabio doctor por su admirable asistencia, y todo, carta y billetes, ¡oh dulces prendas de su alma!, lo introdujo en un sobre magnífico, de los de la oficina. Paquito fue a llevar este segundo recado.
Inés quedó sola y acudí hacia ella. Por primera vez durante la tertulia hallaba ocasión de poderle hablar lejos de los demás, y la aproveché con presteza. Ella, anticipándose al afán con que yo iba a hablarle, me dijo: ¿Mi prima te ha mandado aquí? ¿Me traes algún recado de ella? No respondí . No me ha mandado tu prima. No he venido por traerte recado alguno.
»Pues en tan señaladas circunstancias recibí un recado de Leticia, preguntando «con vivo interés» por el estado de la enferma. ¿Era cinismo de la infame, o un disfraz de su vileza? Yo entendí lo primero, y bajo esta impresión la respondí. No vino el segundo recado de su parte, y eso me convenció de que fue la respuesta muy merecida.
Perla inmediatamente se la puso al rededor del cuello y de la cintura, con tal habilidad que, al verla, parecía que formaba parte de ella y era difícil imaginarla sin ese adorno. ¿Es tu madre aquella mujer que está allí con la letra escarlata? dijo el capitán. ¿Quieres llevarle un recado mío? Si el recado me agrada, lo haré, dijo Perla.
Palabra del Dia
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