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Su rostro amarillo había sido en tiempo de Carlos IV un óvalo muy bello; después era una cosa oblonga que medía una cuarta desde la raíz del pelo á la barba; su cutis, que había sido finísimo jaspe, era ya papel de un título de ejecutoria, y los años estaban trazados en él con arrugas tan rasgueadas que parecían la complicada rúbrica de un escribano.

Fecha en las entrañas de Sierra Morena, a veinte y dos de agosto deste presente año. -Buena está -dijo Sancho-; fírmela vuestra merced. -No es menester firmarla -dijo don Quijote-, sino solamente poner mi rúbrica, que es lo mesmo que firma, y para tres asnos, y aun para trecientos, fuera bastante.

Pero había que repetir la frase sacramental, las excusas de rúbrica, y mientras todos aseguraban que no tenían sed y preguntaban con enfado a los dueños de la casa por qué se molestaban, la lengua, seca por el calor, parecía pegarse al paladar, y los ojos se iban tras las tazas de filete dorado que contenían el humeante chocolate, las anchas copas azules, sobre las cuales erguían los sorbetes sus torcidas monteras rojas o amarillas, y las maqueadas bandejas cubiertas de dulces.

Rafael comenzó por un elogio a la historia intachable, a la consecuencia política, a la sabiduría de aquel venerable septuagenario que todavía tenía fuerzas para batallar por los ideales de su juventud. Era de rúbrica un exordio como este; así lo hacía el jefe. Y al hablar, su vista se fijaba angustiosamente en el reloj. Quería ser largo, muy largo.

Era también de rúbrica el paseíto los domingos, en corporación, las niñas muy bien arregladitas con cuatro pingos que parecían lo que no eran, la mamá muy estirada de guantes, que le imposibilitaban el uso de los dedos, con manguito que le daba un calor excesivo a las manos, y su buena cachemira. Sin ser vieja lo parecía.

Asombróse el duque, me preguntó el objeto de mi deseo, insistí yo, diciendo que era un capricho, y á la noche siguiente el duque me trajo un memorial en que se pedía una limosna á la reina, y á cuyo margen se leía: «Dense á esta viuda veinte ducados por una vez», y debajo de estas palabras una rúbrica. ¡Era la misma letra, la misma rúbrica de las cartas! no podía tener duda: la reina era amante de don Rodrigo Calderón.

El mismo pollo malévolo propuso otra cosa peor: si pensaba dar carrera a alguno de sus hijos. Las señoras rechazaron seriamente esta pregunta y fue sustituida por otra. Y de esta suerte prosiguieron hasta que dijo los tres y tres no de rúbrica, y vino cabizbajo a informarse de lo que habían preguntado.

Unas calzas de gamuza muy traídas y llevadas, aunque todavía de buen servicio, le tomaban aquellas piernas, antes tan de rúbrica y garabato; unos follados de colores se sujetaban a una veste soldadesca, que llegaba en medias mangas a la mitad del brazo, tomadas las vueltas anchas con colorado tabí.

Al día siguiente, avisados los amigos y parientes cercanos, hubo en la casa numeroso desfile de sotanas y sayales, que iban olfateando alguna manda del testamento, y de levitas de entierro y caras compungidas hechas de encargo; en las habitaciones interiores, cerrada toda ventana, en una obscuridad de catacumba, andaban a tropezones las sombras de las mujeres enlutadas, en busca del sitio donde pudieran estar las doloridas, para darles el largo apretón de manos y besos de rúbrica, con la frase dicha entre mal ensayados suspiros: ¡Ay, Goyita! ¡qué desgracia! esto ha sido un escopetazo.

El médico, que era aragonés, les fue contando una serie de chascarrillos baturros y el capitán, nacido en Málaga, correspondió con buen golpe de timos andaluces. Al llegar a la posesión la gran puerta enrejada de hierro estaba abierta y un criado al pie de ella esperándoles. Les dijo que los otros señores ya estaban dentro. Hechos los saludos de rúbrica los testigos conferenciaron brevemente.