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Actualizado: 23 de mayo de 2025


No se lo digo a Juncal por vergüenza; pero veo cosas muy raras. La ropa que cuelgo me representa siempre hombres ahorcados, o difuntos que salen del ataúd con la mortaja puesta; no importa que mientras está el quinqué encendido, antes de acostarme, la arregle así o asá; al fin toma esas hechuras extravagantes aun no bien apago la luz y enciendo la lamparilla.

Por las noches entraba Maltrana en casa cada vez más tarde. La tímida Feli había tenido que vencer su miedo a las habitaciones desiertas, a las terroríficas imágenes del señor Vicente. Cosía hasta más de las once a la luz de un quinqué comprado en el Rastro. El señor Vicente, al volver a su habitación y ver luz por debajo de la puerta, tocaba discretamente con los nudillos.

Mientras Pirovani escribía las últimas palabras, su rostro empezó á dilatarse con una sonrisa bondadosa. Moreno, el argentino, no enviaba su pensamiento tan lejos. Escribía en la casita de madera donde estaba instalada su oficina, bajo la luz de un quinqué de petróleo; pero su imaginación, siguiendo la línea del ferrocarril, se detenía, á dos días de marcha, en un pueblo cercano á Buenos Aires.

Otra vez la contempló el clérigo con penetrante mirada, advirtiendo su agitación. Bueno... Lo que puedo hacer en su obsequio es avisar a Su Ilustrísima... No respondo de que la reciba a usted a estas horas... Puede usted pasar a esta sala y aguardar un momento. No tardaré en traerle la respuesta. Abrió la puerta del saloncito de recibo, hizo traer un quinqué y la dejó sola.

El joven retrocedió asustado al reconocer a su cuñada. Soltó el arma que empuñaba, empujó otra vez apresuradamente la puerta, y se fué tropezando, lleno de confusión, hacia su cuarto matrimonial. Ventura estaba leyendo tranquilamente a la luz de un quinqué. Al ver a su esposo delante, se levantó asustada. ¿Qué es eso? ¿Cómo estás aquí?

En la mesa grande, casi vacía, se alzaban solitarios los altos floreros, y a la luz escasa era lúgubre la mancha blanca del enorme mantel, semejante a un sudario. Sobre el mostrador, un quinqué de petróleo despedía en torno un círculo de claridad anaranjada, concreta, y el amo del establecimiento sirviéndole de pupitre la tableta de mármol , escribía guarismos en una gran agenda.

Pero el amo estaba de mal talante, y respondía con palabras breves a sus preguntas. No se quedaba en casa: cenaría en el Casino. A la luz de un quinqué que alumbraba débilmente su vasto dormitorio, cambió de traje y se acicaló un poco, tomando una llave enorme de manos de madó para abrir cuando volviese a altas horas de la noche.

Estoy dispuesto a seguirle al instante... Si usted me permite, encenderé el quinqué para quitarme las zapatillas y ponerme los zapatos... Todo lo que usted quiera, señor excusador se apresuró a decir. Puede usted tomarse el tiempo que guste y mandar a la cárcel cuantos efectos tenga por conveniente. El sacerdote sacó un fósforo y se dispuso a encender el quinqué. El juez quedó estupefacto.

¡Ay señorito! exclamó ella, siempre rodeada de sus niños y con un quinqué de petróleo en la mano . El lujo del pobre: mucha escoba y mucho trapo. Si fuera solita, no digo que no compraría algunas cositas que nos hasen farta, y estaría regulá. Pero ¡cómo quiere uté que una porspere con esta gusanera de chico! El símil no dejaba de ser exacto.

Corrí a mi cuarto, encendí el quinqué, y, presa de hondísima emoción, leí la carta. Mi tía pretendía en vano disimular su impaciencia. ¿Qué dice?... ¡Vamos, tía, calma, calma! Voy a leerla; pero que tía Carmen la oiga también.... Linilla había previsto el caso, y escribió dos cartas: una para que pudiera yo leerla delante de mis tías; la otra para .... ¡Sólo para !

Palabra del Dia

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