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Actualizado: 26 de mayo de 2025
No se lo digo a Juncal por vergüenza; pero veo cosas muy raras. La ropa que cuelgo me representa siempre hombres ahorcados, o difuntos que salen del ataúd con la mortaja puesta; no importa que mientras está el quinqué encendido, antes de acostarme, la arregle así o asá; al fin toma esas hechuras extravagantes aun no bien apago la luz y enciendo la lamparilla.
PELAYO. ¡San Blas! ¡San Pablo! D. TELL. No os cuelgo de dos almenas. PELAYO. Sin ser día de mi santo, Es muy bellaca señal. D. TELL. Salid luego de palacio, Y no paréis en mi tierra; Que os haré matar a palos. Pícaros, villanos, gente De solar humilde y bajo, ¡Conmigo!... PELAYO. Tiene razón; Que es mal hecho haberle dado Ahora esa pesadumbre.
Y lo voy a hacer, sí, lo hago y me cuelgo si no me miras y me dices algo... Cojita graciosa, enanita remonona, mira, oye: si quieres que te quiera más que a mi vida y te obedezca como un perro, hazme un favor que voy a pedirte; tráeme nada más que una lagrimita de aquella gloria divina que tú tienes, de aquello que te recetó el médico para tu mal de barriga... Anda, ángel, mira que te lo pido con toda mi alma, porque esta penita que tengo aquí no se me quiere quitar, y parece que me voy a morir.
A esta hora se sacó del patio del Tribunal cañas, ramaje, flores y bejucos, y aquí amarro, allí cuelgo y más allá adorno, se improvisó con la ayuda de unos 300 taos, una vistosa y engalanada pagoda que fué conducida con gran bulla y algazara al frente de la casa del que será Gobernadorcillo. Esta pagoda es la insignia llamada á dar á conocer á propios y extraños la casa del munícipe.
Palabra del Dia
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