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Adiós, señor don Elías dijo Salomé, hecha un veneno porque el realista no se arrodilló á sus plantas como esperaba. Adiós, señor don Elías repitió Paz, viendo que su lagrimita no ablandaba el duro corazón del antiguo mayordomo. Pero vengan ustedes acá, señoras.... Las dos volvieron rápidamente. Yo estoy confuso; no por qué toman ustedes ese tono.

Desazón; que si , que si yo; que no me quieres, que , que tira, que afloja, que vira, que vuelta; que me engañas, que no, que más, y hemos concluido, y adiós, y allá va la lagrimita. La señora de Rubín dejó caer la cabeza sobre el pecho, dando un chapuzón en el lago negro de su tristeza.

Y lo voy a hacer, , lo hago y me cuelgo si no me miras y me dices algo... Cojita graciosa, enanita remonona, mira, oye: si quieres que te quiera más que a mi vida y te obedezca como un perro, hazme un favor que voy a pedirte; tráeme nada más que una lagrimita de aquella gloria divina que tienes, de aquello que te recetó el médico para tu mal de barriga... Anda, ángel, mira que te lo pido con toda mi alma, porque esta penita que tengo aquí no se me quiere quitar, y parece que me voy a morir.

Pero es preciso, y para estos casos son los caracteres...». Mientras ella empezaba a lloriquear, Juan se decía: «Ahora viene la lagrimita. Es infalible. Preparémonos». «Tonta, no llores, no te aflijas añadió besándola . Mira que yo estoy con el alma en un hilo, y si te veo flaquear, soy hombre perdido». Procuraba mostrarse a dos dedos de romper en llanto, y ponía una cara muy triste.

Cada persona se mantenía en su lugar, y el que estaba obligado á acatarnos, no llegaba nunca hasta nosotros sino con el mayor respeto y cortesía. Hoy todo ha cambiado. ¡Hoy todo ha cambiado! ¡Cómo ha de ser! exclamó Paz, que después de incalculables esfuerzos consiguió su objeto, el cual consistía en que una lagrimita rodara por sus mejillas atomatadas.

Voy a llevarte a la barbería y a raparte la cabeza, dejándotela como un huevo». Si le hubieran dicho que le cortaban la cabeza, no hubiera sentido la chica más terror. «Eso, ahora el moquito y la lagrimita, después me envenenas la sangre con tus peinados indecentes. Pareces la mona del Retiro... Estás bonita... ... Pero qué, ¿también te has echado pomada?».