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Actualizado: 7 de mayo de 2025
Si llegara el caso, que claro que no llegaría, él no pensaba prorrumpir en preciosa tirada de versos, porque ni era poeta ni quería calentarse al calor de su casa incendiada; pero en todo lo demás había de ser, dado el caso, no menos rigoroso que tales y otros caballeros parecidos de aquella España de mejores días.
Luego sonaban las trompetas anunciando la suerte de matar, y se repetían los aplausos. Carmen quería irse. ¡Virgen de la Esperanza! ¿Qué hacía allí?... Ignoraba el orden que iban a seguir los matadores en su trabajo.
Mire Vd., he compuesto este letrero y quería ponerlo con letras dorás de purpurina, en esta tarjeta de orla que ma costao dos riales. Bueno, pues... que me digan ustedes cómo lo hago y me dejen hacerlo en la máquina, o donde sea, luego que se marchen esos.
El orgullo y la vanidad habían sacado la cabeza en el pueblo de Legaspi, y cada cual quería que su señora sobrepujase en lujo y riqueza á las demás. Había una de noticias, chismes y enredos, que ni aun Tintay, con su consabido Osús-María-seff, podía contrarrestar. Desde que á las señoras les probaron el primer traje de raso, había entre ellas una marimorena muy cerca del repelón.
Y al recogerlo, cuadrose, y con gesto grave, llevándose una mano al pecho, gritó: ¡Viva el ejército! Fermín no quería soltarlo, y armándose de paciencia le acompañó en su excursión por las calles. Se detenía el señorito ante los grupos de soldados, haciendo avanzar a sus dos acompañantes con toda la provisión de botellas y copas.
Cuando Blázquez Serrano se halló de nuevo a solas, en su coche, camino de Avila, el fuego de la honra comenzó a encenderle la sangre. Ya no quería seguir meditando en la enormidad del ultraje recibido, buscaba sólo la forma de la venganza.
Los dichosos, los ahítos, descansaban tranquilos al calor de una civilización cuyas ventajas eran los únicos en monopolizar. La caravana de los felices no quería ir más allá, creyendo haber visto bastante. Dormían en torno de la hoguera, acariciados por su tibio aliento, con el voluptuoso sopor de una digestión copiosa.
Valls no quería hablar hasta que todo estuviese resuelto. Febrer movió los hombros al enterarse de estas esperanzas. «¡Bah!
Uno de mis colegas que presta servicio en el ejército del Africa, ha visto sacrificar en los mataderos vacas curadas de la tisis y que habían vivido muchos años con un solo pulmón en muy mal estado. A esta autopsia quería referirme yo.
Nada le importaba en el fondo este descubrimiento, pero quería comunicárselo al Padre Paulí, y que éste la ayudara con sus consejos. Además, tenía que hablarle de la niña, rogando que la diese un buen repasón. Estaba en la edad de los caprichos y las tonterías, y ella, después de la tarde en que la había sorprendido en el jardín con el ingenierillo, sentía cierta intranquilidad.
Palabra del Dia
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