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Y ¿qué tal, cómo vamos? dije á Tintay. Mal señor: la bandala muy poco vale; este año no parejo al de mi marido; siguro no tiene comedia. Al recordarme la comedia, pregunté á Tenten: Y qué cosa, Capitán; ¿se casaron Pupen y Beten? Ca, no señor; Pupen está en la cárcel y Beten ... lo que es en cuanto á Beten, malo señor; y al decir malo hizo una pausa dejándome adivinar lo demás.

Al segundo día de ser vecino del más alto de los munícipes, adquirí amistades con la respetabilísima y nunca bastante cantada mi señora Doña Tintay, Capitana en ejercicio, moza ya entrada en años, de anchas caderas, gran verbosidad, gran fama como matrona y gran influencia como legítima esposa, de legítimo matrimonio con el Gobernadorcillo del pueblo de Legaspi, el Sr.

Con el alba despertaron muchos sintiendo las angustias de una sed devoradora, y sus mujeres e hijos salieron a traer agua de los arroyos vecinos. ¡Poder de Dios! Los arroyos estaban secos. Hoy es Tintay una pobre aldea de sombrío aspecto, con trescientos cuarenta y cuatro vecinos, y sus alrededores son de escasa vegetación. El agua de sus arroyos es ligeramente salobre y malsana para los viajeros.

Tintay, fundándose en que los urofeos somos muy masiados en esto de comedias, me rogaba tuviese un poco no más de paciencia con ellos. Este poco me pareció de una magnanimidad más grande que la de Job; pero á trueque de profundizar todos los misterios de los bastidores bicoles, la prometí tener á su disposición, no un poco, sino toda la paciencia que me pidiera.

Tintay mascaba tanto como Tenten, con la diferencia que este tenía siempre la boca llena de buyo, mientras que su cara mitad se las arreglaba con las hojas de Cagayan. Una de las tardes en que Tintay asomó su arrogante figura al batalan, noté en ella ese embarazo propio de toda india que quiere pedir algo á un castila.

Una gran masa de carne humana formaba en extenso círculo, salpicado de gran profusión de juepes que daban más humo que luz: una mesa ante la cual se encontraban tres apuntadores llamados á relevarse unos á otros, cuatro bancos corridos para los comediantes, estando á la derecha ellas y á su mano contraria ellos, y las sillas presidenciales de los maridables Tintay y Tenten formaban el cuadro.

A las ocho de la mañana se reunieron en casa del Gobernadorcillo, cómicas, cómicos y comparsas, vistiendo los trajes de más lujo que habían de lucir en la comedia. Tintay y Tenten con todo el acompañamiento de moras y cristianas, de reyes y emperadores, y de ejércitos fieles é infieles, asisten con todo el municipio á la función de iglesia, de aquí se dirigen al teatro y empieza la comedia.

Las cañas del batalan de la casa de Tintay y las de la mía, no digamos que se besaban, pero se arañaban unas á otras. Tintay salía con frecuencia al batalan, yendo unas veces en busca de menesteres de una casa arreglada, y otras á hacer menesteres ajenos á la casa.

El cacique de Tintay cumplía anualmente por enero con la obligación de ir al Cuzco, para entregar al corregidor los tributos colectados, y su regreso era celebrado por los indios con tres días de ancho jolgorio. En febrero de aquel año volvió a su pueblo el cacique muy quejoso de las autoridades españolas, que lo habían tratado con poco miramiento.

Hecha mi oferta, me dijo Tintay que aquella noche me esperaba, pues se iba á conversar de la funcia. Más exacto que un cronómetro, me presenté en la casa de Tintay, quien tanto ella como su marido me recibieron con grandes muestras de contento. Después del consabido siente V. primero, frase en que el indio condensa y sintetiza todas nuestras salutaciones, me hice cargo de cuanto me rodeaba.