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Actualizado: 11 de julio de 2025


La discusión fué larga y templada, y aunque las representantes del sexo débil abusaron de la palabra, no se oyó una más alta que otra, viniendo todas á un perfecto acuerdo tan luego como la digna Tintay lanzaba por entre olas de negra saliva su consabido osus-María-seff.

La comedia que había dado de ver conmigo mi amiga Tintay estaba dividida en diez infolios, conteniendo cada uno de ellos unos 8 á 9.000 versos, formando quintillas y redondillas en su mayoría. Cada parte correspondía á una noche, de modo que la comedia había de durar diez, á no ser que se repitiese pues se dan casos y entonces la obra se empalma y se estira un mes.

El orgullo y la vanidad habían sacado la cabeza en el pueblo de Legaspi, y cada cual quería que su señora sobrepujase en lujo y riqueza á las demás. Había una de noticias, chismes y enredos, que ni aun Tintay, con su consabido Osús-María-seff, podía contrarrestar. Desde que á las señoras les probaron el primer traje de raso, había entre ellas una marimorena muy cerca del repelón.

En cuanto á la alta inspección de todo, quedaba, como era consiguiente, á la experiencia de Tenten y de su digna Tintay. Un maray na bangui de la capitana, que es como si dijéramos, buenas noches, en tierra de Castilla, disolvió aquella pacífica reunión, en que fuí varias veces consultado, diciendo á todo amén, pues mi objeto era ver y no adicionar detalle alguno.

El pueblo de Tintay, situado sobre una colina del Pachachaca, en la provincia de Aymaraes, era en 1613 cabeza de distrito de Colcabamba. Cerca de seis mil indios habitaban el pueblo, de cuya importancia bastará a dar idea el consignar que tenía cuatro iglesias.

En cuanto á los 700 pesos de la derramita, me dijo la digna Tintay que los había empleado Tenten en gastos ... reservados. Este capítulo tiene epílogo. Desde que puse el último punto suspensivo á la fecha en que añado estas letras, han pasado dos años. De paso he estado en el pueblo de Legaspi. á mis amigos Tintay y Tenten, y en el tiempo que mi cochero enganchaba me hicieron tomar chocolate.

El cura de Tintay, que era un venerable anciano, se presentó en la puerta de la iglesia parroquial con un crucifijo en la mano, amonestando a los profanadores e impidiéndoles la entrada. Pero los indios, sobreexcitados por la bebida, lo arrojaron al suelo, pasaron sobre su cuerpo, y dando gritos espantosos penetraron en el santuario.

Tenten, con quien hacía treinta años compartía en paz y en gracia de Dios la distinción de Cabeza, primero, llamándose entonces Cabezang Tintay, la dignidad de Teniente mayor después, en que pasó á ser Tenientelang Tintay, y la majestad de Capitán más tarde, en que cambió todos los anteriores calificativos por el nuevo y retumbante de Capitana Tintay, capitanía que ya jamás abandonará, pues aun cuando su consorte se despoje de la recortada y negra chaqueta y de los tiesos y blancos faldones que le dan carácter, sustituyéndolos por los remangados calzones y la abierta camisa del sementerero, Tintay seguirá siendo la Capitana Tintay.

Palabra del Dia

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