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Actualizado: 13 de mayo de 2025
Bernardo, el quintero de la Marquesa, era su amigo, y cuando el anciano sacerdote se había demorado en sus visitas a los pobres y enfermos, cuando el sol tocaba a su ocaso y el abate sentíase fatigado y con apetito, deteníase, comía en casa de Bernardo un buen plato de tocino con papas, vaciaba su jarro de sidra, y luego, concluida la cena, Bernardo enganchaba su viejo cabriolet para conducir al cura hasta Longueval.
La escalera movible que se enganchaba en el umbral ya no existe, y el celoso arqueólogo que quisiera leer ó más bien adivinar las pocas palabras orgullosas esculpidas en la piedra, tiene que coger una escalera de mano. Para introducirse en la torre, adoptaron los aldeanos medio más violento: han perforado el muro al nivel del suelo.
Llevaba ramos para la mamá y las niñas, y estuvo locuaz, atrevido, aunque, con gran desencanto de Amparito, no intentó como los otros, subir por la fachada, sistema que a ella le parecía muy interesante. Por la tarde, Nelet enganchaba la galerita, y a la Alameda, donde la fiesta tomaba el carácter de una saturnal de esclavos ebrios.
En cuanto á los 700 pesos de la derramita, me dijo la digna Tintay que los había empleado Tenten en gastos ... reservados. Este capítulo tiene epílogo. Desde que puse el último punto suspensivo á la fecha en que añado estas letras, han pasado dos años. De paso he estado en el pueblo de Legaspi. Ví á mis amigos Tintay y Tenten, y en el tiempo que mi cochero enganchaba me hicieron tomar chocolate.
Después de esta observación, y otras por el estilo, Petra se paraba a coger florecillas en los setos, se pinchaba los dedos, se enganchaba el vestido en las zarzas, daba gritos, reía; iba tomando cierta confianza al verse sola con su ama, en medio de los prados, por caminos de mala fama, solitarios, que sabían de ella tantas cosas dignas de ser calladas.
Permanecía en la tienda lo menos posible; cuando no estaba en la Bolsa, pasaba las horas en el café, mediando en las riñas de «alcistas» y «bajistas», con expresión de superioridad; enganchaba la charrette e iba con Teresa, muy emperejilada, a pasear su nuevo lujo por la Alameda, entre los brillantes trenes, para que supieran más de cuatro que él también, «aunque le estuviera mal el decirlo», era de la aristocracia, de la del dinero, que es la que más vale en estos tiempos; y hasta en su misma casa introducía reformas radicales, pasando la familia con violento salto de la comodidad mediocre a la ostentación aparatosa.
Del centro de la campana bajaba una gruesa cadena negra, en cuyo garfio final se enganchaba un caldero. A un lado de la chimenea, había un banquillo de piedra, sobre el cual estaban en fila tres herradas con los aros de hierro brillantes, como si fueran de plata.
Sólo en los raros momentos de amor acallaban su hambre y su crueldad estos ásperos guerreros, despobladores del mar. Las parejas se abstenían de devorarse. Se encontraban apetecibles, pero sus triples dientes y sus aletas de sierra se limitaban á una ruda caricia. La hembra se dejaba dominar por el compañero que enganchaba en ella sus instrumentos de presa.
Palabra del Dia
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