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Actualizado: 18 de mayo de 2025
Pero contra lo que esperaba, el cominero no habló una palabra de viaje a la mañana siguiente. Levantose tarareando y parecía olvidado del asunto. En vano Rosalía le pinchaba, echando pestes contra los baños de los Jerónimos y quejándose de un calor mortífero.
Más abajo de esta plataforma estaban las máquinas, y los tres visitantes llegaron a ellas descendiendo por varias escalerillas de acero. Llevaban en las manos pedazos de estopa para defenderse de la grasa que parecía sudar el metal de las barandas y paredes. Un calor pegajoso oprimía el pecho, al mismo tiempo que pinchaba el olfato con hedores de hulla y aceite mineral.
Abrasaba la arena del cauce; el aire, encajonado entre los pretiles, no se conmovía con la más leve ráfaga. En este ambiente cálido y pegajoso, el sol, cayendo de plano, pinchaba la piel y abrasaba los labios. El gitano avanzó algunos pasos hacia Batiste, ofreciéndole el extremo de la cuerda como una toma de posesión: Ni lo de usted ni lo mío.
La mula se negaba algunas veces á marchar, temiendo que el huracán la echase al suelo; pero el gaucho se agarraba á su lomo para no verse derribado igualmente por el viento y pinchaba al animal con la punta del cuchillo, obligándola así á reanudar su trote. «¡Adelante! ¡adelante!» Marchaba como un sonámbulo, concentrando toda su voluntad en el deseo de llegar pronto á la tumba.
El marquesito se entusiasmó en la busca y corría de un lado a otro, saltando las zanjas y los arroyos, trepaba por las escarpas y se pinchaba en los setos, fatigándose por traer alguna florecita rara y vistosa. No se moleste más, Nanín, ya tengo bastantes dijo Clara. Nanín era el diminutivo de Fernando, con que nombraban cariñosamente al joven marqués la familia y los amigos íntimos.
Aquel famoso anillo que pinchaba al príncipe toda vez que olvidaba sus deberes para entregarse al placer, yo me pregunto si lo pinchaba vivamente cuando partía para la caza, o bien si le hacía entonces una leve picadura y no lo hería en carne viva sino cuando la cacería había terminado hacía tiempo y la esperanza, replegando las alas, miraba hacia atrás y se convertía en placer...
Sorege podía hablar á su antojo; Lea no trató de interrumpirle ni una sola vez. Apoyada en la chimenea y con el codo sobre la guarnición, jugaba maquinalmente con una larga aguja de sombrero, de cabeza de oro incrustada de zafiros. Pinchaba con distracción el peluche de la chimenea y no parecía prestar la menor atención á lo que decía Sorege.
Pensó entonces en algún amigo con quien comunicar sus pesares y que le diese algún buen consejo, y los pies le guiaron a casa de Miguel Rivera. Aunque le llevase éste bastantes años y tuviese un carácter burlón y agresivo que a menudo pinchaba a los que se le acercaban, Mario sentía hacia él irresistible inclinación: debajo de aquella cáscara amarga adivinaba un corazón dulce y generoso.
Cuando llegaba a sus manos un vestido ajeno, lo vendían a los traperos con aire señorial. En las noches de abundancia, la familia sentábase en torno de la sartén. La madre arrojaba los trozos de carne fresca en el aceite chirriante, y cada uno pinchaba con su navaja, con tanto apresuramiento, que por más que la mujer echaba y echaba, nunca se veía llena la sartén.
Después de esta observación, y otras por el estilo, Petra se paraba a coger florecillas en los setos, se pinchaba los dedos, se enganchaba el vestido en las zarzas, daba gritos, reía; iba tomando cierta confianza al verse sola con su ama, en medio de los prados, por caminos de mala fama, solitarios, que sabían de ella tantas cosas dignas de ser calladas.
Palabra del Dia
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