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En suma, el padre Anselmo estuvo muy bien aquel día: censuró el vicio sin censurar al vicio, y no designó ni aludió a nadie. De esto se encargó la maliciosa envidia de las mujeres, excitada con disimulo por doña Inés. Todas hicieron a la emperejilada Juanita blanco de sus insolentes miradas. La consideración del origen ilegítimo de la muchacha vino a corroborar la creencia de que era pecadora.

Las chicas de Lantigua y la Sudre invadieron desde muy temprano la habitación de doña Tula, que por razón de su cargo bajó muy emperejilada, dejando el gracioso rebaño a cargo de una señora que la acompañaba. ¡Cuánto de divirtieron aquel día, y cuánto hicieron rabiar a los pollos Leoncito, Federiquito Cimarra, el de Horro y otros no menos guapos y bien aprovechados!

Permanecía en la tienda lo menos posible; cuando no estaba en la Bolsa, pasaba las horas en el café, mediando en las riñas de «alcistas» y «bajistas», con expresión de superioridad; enganchaba la charrette e iba con Teresa, muy emperejilada, a pasear su nuevo lujo por la Alameda, entre los brillantes trenes, para que supieran más de cuatro que él también, «aunque le estuviera mal el decirlo», era de la aristocracia, de la del dinero, que es la que más vale en estos tiempos; y hasta en su misma casa introducía reformas radicales, pasando la familia con violento salto de la comodidad mediocre a la ostentación aparatosa.

Doña Rebeca hízose toda un puro caramelo, y Narcisa, que tardó en presentarse un buen rato, llegó emperejilada y grave. Era delgadísima y componía mañosamente el desgarbo de sus formas mediante postizos fementidos. Vestía con lujo, y llevaba en la cara vulgar una expresión dura, y muchos polvos de color de rosa.

Distribuyóse todo convenientemente entre el mostrador y la anaquelería; sentóse Juana detrás del primero, muy grave y emperejilada; colocó Simón sobre la puerta principal, y mirando a la plaza, un letrero verde en campo rojo, que decía: Abacería de San Quintín,

Sorbete Josefina García estaba aquella noche muy compuesta y emperejilada en el paseo de las Filas, y la acompañaban las de Sobrado. Cuanto se ponía Josefina ajustábase siempre a los últimos decretos de la moda, no sin cierta exageración y nimiedad, que olía a figurín casero.