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Bernardo, el quintero de la Marquesa, era su amigo, y cuando el anciano sacerdote se había demorado en sus visitas a los pobres y enfermos, cuando el sol tocaba a su ocaso y el abate sentíase fatigado y con apetito, deteníase, comía en casa de Bernardo un buen plato de tocino con papas, vaciaba su jarro de sidra, y luego, concluida la cena, Bernardo enganchaba su viejo cabriolet para conducir al cura hasta Longueval.

Goméz Rascón, de Palos. Cristóbal Quintero, de Palos. Juan Quintero, de Palos. Diego Bermúdez, de Palos. Francisco García Vallejo, de Moguer. Francisco García Gallego, de Moguer. Pedro de Arcos, de Palos. CARABELA NI

Segundo Tte. Arístides Hernández Rodríguez. Teniente Dentista. Pablo Alonso Sotolongo. Tte. Jefe Sanidad. Antonio Rodríguez Valdés. Primer Tte. Músico Pablo Cancio Quintero. Teniente Farmacéutico. Juan González Ramírez. Coronel. José Francisco Lamas. Comandante. Felipe Blanco. Capitán. Desiderio Petterson y Hermoso. Capitán. Armando Montes y Montes. Primer Tte. Crescencio Cabrera y Hernández.

Para estas excursiones traía el quintero al patio, a las ocho de la mañana, una especie de carromato, que en el lugar llamaban maringola. Aparecía mi tía de tiros largos, con la cabeza cubierta por un sombrero redondo, de fieltro negro, al que había adicionado un barbiquejo de un color violeta desvaído. Plantábaselo audazmente en la punta del rodete.

Una mañana, meditando sobre esta lamentable situación, ocurrióseme la idea de consultar a las tres personas que me era dado ver todos los días: Juan el quintero, Petrilla y Susana. Como esta última había vivido en C *, decidí que sus apreciaciones debían de estar basadas en una gran experiencia y por consiguiente la dejé para postre.

El único que se resistía a dejar el local fue Díaz Quintero, que empezó a pegar gritos y a forcejear con los guardias civiles... Los diputados y el presidente abandonaron el salón por la puerta del reloj y aguardaron en la biblioteca a que les dejaran salir. Castelar se fue con dos amigos por la calle del Florín, y retirose a su casa, donde tuvo un fuerte ataque de bilis.

Si se le hubiese quitado el acento a las obras de los hermanos Quintero, haciendo que sus personajes vocalizaran todas las letras con arreglo a la prosodia oficial, los hermanos Quintero no hubiesen entrado nunca en la Academia. ¡Y dicen que la Academia está destinada a velar por la pureza del idioma!... Indudablemente, los gallegos no tenemos público.

Me limito, y debo limitarme, a tratar de ciertas obras muy recientes, prueba, en mi sentir, de que dicho movimiento no es estéril, sino que en aquel mismo terreno produce sazonados frutos, prescindiendo de los cultivadores andaluces que vienen a Madrid, como los Alvarez Quintero y no pocos otros, a producirlos y exponerlos.