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Actualizado: 7 de mayo de 2025
Otro punto oscuro quería consultarle, y era que sentía deseos vivísimos de parecerse a aquella mujer, y ser, si no mejor, lo mismo que ella. Luego Jacinta no era demonio. Lo difícil era explicar esto de modo que el amigo Feijoo lo entendiese, porque ya se sabe que no se daba buena mano para encontrar las palabras que en el lenguaje corriente expresan las cosas espirituales y enrevesadas. viii
Buenaventura de Zarate, guardian del convento de D. Francisco de la Isla de Macera, declara, que habiendo tenido en su servicio, por espacio de 6 años, á un indio cristiano, llamado Nicolas Confianza, muy ladino y enterado de nuestra religion é idioma, siendo ya de edad de 60 años, cayó enfermo, y estando desauciado, y disponiéndose para morir, le dijo: que queria hacer por escrito una declaracion que hallaba por muy conveniente al servicio de Dios, porque tenia mucho temor de ir á su divina presencia, sin manifestar lo que sabia.
Se estremecieron sus poderosos brazos; sintió una cruel picazón en las manos. Luego fué moderando el paso al acercarse á casa de Copa. Quería ver si se burlaban de él en su presencia.
Los pueblos se han conocido, se han estudiado y se han acercado más de lo que el tirano quería; de ahí viene su cuidado de quitarles los correos, de violar la correspondencia y vigilarlos a todos. La unión es íntima.
Alfombra hubiera querido ser doña Andrea, para que su hija no se lastimase nunca los pies, y para que anduviese sobre ella. Alfombra, cinta para su cuello, agua, aire, todo lo que ella tocase y necesitase para vivir, como si no tuviese otras hijas, quería ser para ella doña Andrea.
El cochero subía a preguntarle todos los días si quería salir de paseo. El jardinero no movía un tiesto sin pedirle la venia. En cambio no le preocupaba poco ni mucho que su marido saliese. Una sola vez, viéndole preparado a salir con Cecilia, le dijo sonriendo en presencia de ésta y de otras personas: Muy amigos os vais haciendo tú y Cecilia. Mira que voy a celarme.
Al principio se mostró vacilante y tímido, como quien desea lo que no merece; luego desplegó gran vehemencia, dando a entender que los primeros favores le ponían fuera de tino; y, finalmente, ya seguro de que Soledad le quería, procuró que la privación de verle y hablarle con la frecuencia acostumbrada, encendiese la llama que había de perderla.
Sacó el libro de memoria don Quijote, y, apartándose a una parte, con mucho sosiego comenzó a escribir la carta; y, en acabándola, llamó a Sancho y le dijo que se la quería leer, porque la tomase de memoria, si acaso se le perdiese por el camino, porque de su desdicha todo se podía temer.
No quería confiarlo a D. José, por ser demasiado sencillo, ni a Miquis, por excesivamente malicioso. En la semana anterior fue grande su disgusto al saber, por Saldeoro, que la marquesa de Aransis había estado en Madrid tres días y que ella, por ignorarlo, no se había presentado a la noble señora. ¡Qué contrariedad tan penosa!
Como todavía no se ha convenido en mantener a costa del Erario a los filósofos, don Carlos que no se ocupaba más que en arreglar el mundo y condenarlo tal como era, se vio pronto en apurada situación económica. «Ya estaba cansado; bastante había combatido en la vida», según él, y no se le ocurrió buscar trabajo; no quería trabajar más.
Palabra del Dia
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