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Actualizado: 26 de mayo de 2025
Pobre niño, tú habías maniobrado, sin embargo, con una rara habilidad para conducir a esos pesados guardacostas lejos de la punta de la Torre, mientras que yo desembarcaba el contrabando del tonsurado... Mala noche para él, Blasillo; ¿por qué blasfemaba?... el buen Dios le ha castigado añadió riendo y vaciando su copa.
Pedro, después de haber meditado sobre ese capítulo, acabó por explicarse tal reserva merced a una razón que parecía verosímil: sin duda hubo al principio de parte de Pierrepont, dados sus antecedentes y opiniones, disgusto y extrañeza al considerar cómo un nombre de los humildes orígenes de Jacques se atrevía a poner sus ojos en una joven de elevada cuna, que era al mismo tiempo casi una parienta del marqués, porque ya en más de una ocasión, aun en medio de su franca amistad, había advertido Fabrice cómo tras del amable dilettantismo de Pedro asomaba en ocasiones una punta de protección aristocrática, cual si su amigo pretendiese arrogarse con respecto a él el papel de Mecenas.
¡Cómo! ¿Para qué sirve eso? dice el subprefecto, enrojeciendo y, echando con un ademán a aquel pájaro insolente, prosigue a más y mejor: Señores y queridos administrados prosigue a más y mejor el subprefecto. Y he aquí que en aquel momento se yerguen hacia él las flores desde la punta de sus tallos, y le dicen con dulzura: Señor subprefecto, ¿no advierte usted el gratísimo perfume que exhalamos?
Y para navegarla de continuo se necesita abalizarla, bien entendido, que toda la distancia que hay desde la Punta de los Lobos hasta el Colorado, es puerto seguro; y entrando dentro de la canal expresada, con toda seguridad se puede navegar, hasta con canoas.
Tomad este bocado y bebed una vez, con que templaréis la cólera, y en tanto, descansará la cabra. Y el decir esto y el darle con la punta del cuchillo los lomos de un conejo fiambre, todo fue uno.
Gastaba grandes bigotes retorcidos y perilla de cazo; la estatura elevada, el porte marcial, cabellos grises cortados a punta de tijera, levita negra, prolongada, más limpia y reluciente que un espejo, bastón de hierro que hacía estremecer el suelo, advirtiendo de su presencia desde muy lejos, pantalones cortos y botas de campana escrupulosamente charoladas.
Despidiéronse al cabo protector y protegido, y aquel, para lanzar al público sin pérdida de tiempo la noticia, corrió a ponerse, desde luego, de punta en blanco para sus nocturnas correrías, y bajar de seguida a la terraza del hotel, donde toda la colonia española esperaba, como siempre, la llegada del correo.
Apercibiose con asombro de sí mismo el familiar, de que él, que antes había hecho sin empacho profesión de tímido, y tenido por gala el parecer prudente y bien mirado, no se asustaba de lo que antes le hubiera causado espeluznos; e íbasele la mano al pomo de la espada, que hasta entonces había llevado por adorno, y sentíase más atrevido y más arrojado a todo que Gerineldos, aquel amante de la enamorada sobrina de Carlo-Magno; y pensaba que el del soneto había dicho bien, que tales mudanzas hace el amor, que no son para creídas, según que trastrueca a los que caen debajo de su imperio, y de menguados los cambia en altivos, y de corderos en leones, y de no atreverse a mover un pie sin pedirle licencia al otro, en atropelladores de todo, sin que haya quebradura que no salten, ni obstáculo, por insuperable que sea, que no venzan; pero puesto que a él nada le iba ni le venía en aquello, y que antes debía alegrarse de que la ronda le desembarazara la calle y le permitiera llegar a la puerta de la hermosísima viuda, que sin duda le esperaba, estúvose quedo y esperando a ver en lo que aquello quedaba, cuyo fin y remate, y de quién fuese al cabo la victoria no se veía muy claro: que la calle veníase abajo a cuchilladas; y no dulces requiebros enamorados se oían, sino juramentos y maldiciones, y ayes de aquellos a quienes alcanzaba alguna dura punta; y tanto duraba aquello y tan trabado, que claro aparecía que si los rondadores eran duros de pelar, no eran mucho más blandos los de la ronda, ni había allí que contar con manco ni flojo, según que arreciaba, cuanto más duraba, aquella tempestad de tajos y reveses.
La punta S. de Mindanao, cabo Sarangani ó punta Tinaca, está formada de tierra alta y montañosa, que puede verse á 12 leguas próximamente. Islas Saranganí. Estas islas, en número de dos y un islote, se hallan á 6 millas de la punta S. de Mindanao.
Apartáronse del pretil, doblaron la punta de la batería y entraron en los muelles. ¿Sabes una cosa que estoy pensando, Soledad? ¿Qué? Que si por casualidad tropezásemos en este momento con Velázquez ó con algún amigo que se lo fuese á contar, podría imaginarse cualquier cosa y tendrías un grave disgusto... No lo creas.
Palabra del Dia
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