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Actualizado: 26 de julio de 2025
Había comprado en territorio francés, á la vista de Monte-Carlo, un pequeño cabo, un espolón de tierra y rocas que avanzaba sobre las olas con el lomo cubierto de olivos seculares y pinos retorcidos. La entretenía luchar con la testarudez de un matrimonio de viejos rústicos que se negaban á venderle la punta extrema del promontorio.
El velero busca mar amplia y viento favorable para doblar el cabo de Hornos, punta avanzada del mundo, lugar de tempestades interminables y gigantescas. Mientras ardía el verano en el otro hemisferio, el terrible invierno austral salió al encuentro de los navegantes. El buque necesitaba hacer rumbo al Oeste, y precisamente los vientos soplaban del Oeste, cortándole la ruta.
Lo que yo digo: no te abrigas. ¡Qué cosas tenéis tú y Villalonga! ¡Pararse a hablar a las diez de la noche en la esquina del Ministerio de la Gobernación, que es otra punta del diamante! Te vi. Venía yo con Cantero de la Junta del Banco. Por cierto que estamos desorientados.
Generalmente era en extremo altiva y fría, crítica terrible que tenía en la punta de los dedos los nombres de las primas, tías y sobrinos de todo el mundo. La verdad es ésta prosiguió.
Mírame bien añadió el gitano poniéndose la punta de su índice en la frente amplia y despejada , mírame bien, para que te acuerdes del condenado y de su clemencia; pero como mañana podrías creer que se trataba de un sueño, he aquí lo que te probará la realidad de tu visión. ¡Adiós, valiente!
Jacinta tuvo ya en la punta de la lengua el lo sé todo; pero se acordó de que noches antes su marido y ella se habían reído mucho de esta frase, observándola repetida en todas las comedias de intriga.
De la calle Alta. Y tu padre, ¿cómo se llama? El tío Magano. Pero ¿cuál es tu nombre de pila? ¿De qué pila, usté? De la de bautismo, animal. Otra, ¿qué sé yo?... ¿Me da la punta! ¿Conque tú fumas, eh? ¡Ay, qué contra!...; ¿quiere ver como las tapo?
Al fin acertó a tocar con la punta de su estoque el arranque de la médula espinal, centro de vida, y el toro cayó instantáneamente, quedando de lado y con las patas rígidas. El espada se limpió el sudor y emprendió la vuelta hacia la presidencia con paso lento, respirando jadeante. Por fin veíase libre de aquel animal. Había creído no acabar nunca.
De la piedra se alza Ataide conmovido y macilento, y sobre su res se inclina, cuando un cavernoso estruendo, atronador, formidable, indescriptible, siniestro, voz pavorosa de muerte, que áun resonante á lo léjos hiela la sangre de espanto, pone de punta el cabello, retemblar haciendo al soto despierta aterrado al eco. ¡Ah! ¡el leon!
Quien ha visto muchacho diligente Que en goloso á si mesmo sobrepuja Que no hay comparacion mas conveniente, Picar en el sombrero la granuja, Que el hallazgo le puso alli ó la sisa, Con punta alfileresca, ó ya de aguja: Pues no con menor gana, ó menor prisa Poetas ensartaba el Nume airado Con gesto infame, y con dudosa risa.
Palabra del Dia
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