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¡Madre mía, madre mía! Encogiose Amparo de hombros y fuese a su Fábrica, que urgía el tiempo y era preciso ganar el pan, porque el entierro del viejo había consumido sus menguados ahorros.

Mi espíritu siente una inmensa ansia de infinito, que fracasa en las cotidianas banalidades; cuántas veces, al amanecer de noches de tempestad de alma, en que he hallado vacíos y menguados todos los iconos de la vida, me he arrojado a los pies ungidos de los Cristos en demanda de una emoción de eternidad.

Los Gobernadores Ortiz de Rosas, y Andonaegui fueron los primeros que se ocuparon en contenerlos: pero tan menguados eran sus medios de defensa, que continuaron las invasiones en todo el siglo pasado, hasta que se adoptó el arbitrio de entenderse con los caciques, á quienes los Vireyes recibian con agasajo, y con su trage de etiqueta.

Constaba su tienda de tres menguados cajoncillos, en que había algunos paquetes de peines, unas cuantas cajas de obleas, juguetes de chicos y un gran manojo de rosarios con cruces y medallones de estaño. La parte de la izquierda, y especialmente el rincón contiguo á la puerta, era un lugar en que el público ejercía un incontestable derecho de servidumbre.

La verdad es que hoy el galán desdeñado no tiene más remedio que aguantarse. ¡Dichosos tiempos aquellos en que a un caballero era posible rodearse de allegados, deudos, parientes y escuderos, y sorprender palacio, asaltar castillo o violar convento para llevarse como en volandas a la mujer querida, así fuese dama, emperatriz o abadesa de las Huelgas! ¡Oh, miserables y menguados días modernos, en que cualquier juez protege a un egoísta y miserable marido!

»Item, porque a nuestra noticia ha venido que hay un linaje de poetas y poetisas hacia palaciegos, que hacen más estrecha vida que los monjes del Paular , porque con ocho o diez vocablos solamente, que son crédito, descrédito, recato, desperdicio, ferrión, desmán, atento, valido, desvalido, baja fortuna, estar falso, explayarse, quieren expresar todos sus conceptos y dejar a Dios solamente que los entienda, mandamos que les den otros cincuenta vocablos más de ayuda de costa, del tesoro de la Academia, para valerse dellos, con tal que, si no lo hicieren, caigan en pena de menguados y de no ser entendidos, como si hablaran en vascuence.

Que me digan lo contrario, y les desmentiré... Váyanse ellos a paseo con sus formas. No... la forma no puede ser la máscara de Satanás puesta ante la faz de Dios. ¡Ah!, ¡menguados!, ¡a cuántos desvaríos os conducen vuestros ojos! Nela, Nela, ven acá, quiero tenerte junto a y abrazar tu preciosa cabeza. María corrió a arrojarse en los brazos de su amigo.

Después solía tomar una almohadilla con algo de costura, y a cada instante volvía la cabeza hacia la otra tienda para decir: «Rumalda, sube y tráeme el dedal...». Más tarde: «Rumalda, la seda negra que está en mi costurero...». En la buñolería, que a eso de las diez apagó sus fuegos, estaba la de los parches al frente de sus menguados despachillos de escarola, perejil y lechugas.

Y el caso era que el nuevo dueño al cual su alma se rendía, había sido tan corto en manifestarla su afición y tan rápidamente había pasado delante de ella, diciéndola, empero, con sus encendidas miradas su deseo, que no parecía hombre enamorado que en ocasión se pone de contemplar a la deidad que adora, sino alma en pena y cobarde que cree tan menguados sus merecimientos, que esquiva, cuanto puede, ser reparada por miedo del menosprecio; y justamente por esto doña Guiomar le había estimado; por aquella su timidez, la grandeza de su amor había medido; que no hay afición sin cuidado, ni pasión sin ansia; ni es amor el que con mortales recelos no desconfía del logro de la victoria; y esto lo saben bien las mujeres, y tanto más cuanto por su hermosura son más pretendidas y buscadas y acechadas; y doña Guiomar, que lo era grandemente, aunque no saliese de su casa más que entre dos luces, y aun así para ir a la iglesia, sabíalo más que otras.

Con esto se contentan las gentes y prefieren estas vulgaridades al señorial y bello aspecto de las casas antiguas, que sin escrúpulo derriban, para construir sobre ellas los menguados engendros del modernismo.