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En una junta que se celebró en la isla de Martin Garcia entre Valdelirios, Gomez Freyre, y Andonaegui, Gobernador de Buenos Aires, se acordò que, á mas de los cuerpos veteranos de la guarnicion, se convocarian las milicias de Montevideo, Santa y Corrientes, á las que se reunirian 1,000 Portugueses y un competente nùmero de vecinos, para llevar la guerra á los pueblos insurreccionados.

Para sostenerla formó el Gobernador D. José Andonaegui tres compañías de paisanos campestres, pagados, y armados de lanzas. Llamó á la primera valerosa, á la segunda, conquistadora, á la tercera, invencible, y á todas Compañias de blandengues, porque al pasar la revista en esta plaza, blandearon las lanzas.

En estos preparativos se invertieron algunos meses, hasta que á principios de Mayo del año de 1754 se abriò la campaña, al mando de Andonaegui, que debia ocupar el punto central de San Nicolas, mientras Freyre, con otro trozo de tropas que se organizaban en el Rio Grande, atacaria el pueblo de Santo Angel, situado en el borde exterior del Yguy-guazù.

Los Gobernadores Ortiz de Rosas, y Andonaegui fueron los primeros que se ocuparon en contenerlos: pero tan menguados eran sus medios de defensa, que continuaron las invasiones en todo el siglo pasado, hasta que se adoptó el arbitrio de entenderse con los caciques, á quienes los Vireyes recibian con agasajo, y con su trage de etiqueta.

Por otra parte Gomez Freyre se habia enredado en los bosques del Yacuì, donde supo la retirada de Andonaegui; mientras los sublevados, cuyo mayor odio era contra los Portugueses, fueron

Por cierto que antes de llegar a las Palaos encontramos dos islas de coral que no aparecían en los mapas, y a una le llamamos con el apellido de don Ciriaco, isla Andonaegui, y a la otra, isla de Santiago Andía. Dos años y medio después de la salida llegamos a Cádiz. Yo recuerdo que marqué el punto con la brújula con una gran emoción.

¿A los dos? A los dos. El médico empezó así: Hace ya más de cuarenta años acababa yo de venir de Regil, en donde estuve dos años de médico. En aquella época Lúzaro no era como ahora; había cuatro o cinco familias que mandaban, y, entre ellas, la de Aguirre y la de Andonaegui eran de las más principales e influyentes.

Mi abuela y mi madre no quisieron, sin duda, dejarme envanecer con esta aura popular, y después de los exámenes en la Escuela de Náutica, me entregaron en manos de don Ciriaco Andonaegui, capitán de una fragata de la derrota de Cádiz a Filipinas y de Filipinas a Cádiz.