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Actualizado: 26 de mayo de 2025
Su protector había muerto, Salvatierra andaba por el mundo y su compadre Paco el de Algar le abandonaba para siempre, muriendo de un enfriamiento allá en un cortijo del riñón de la sierra. También el compadre había mejorado de suerte, aunque sin llegar a la buena fortuna del señor Fermín.
En nada, seguramente; lo mejor es no pensar nada. Junto a él hablaban en voz baja dos clérigos; uno de ellos es joven, casi recién salido del Seminario. Azorín lo conoce. Ha podido hacer la carrera gracias a la munificencia de un protector; su inteligencia no es muy amplia, pero posee ingenuidad y resignación. Resignación sobre todo.
Por todo lo cual, el nombre del majo sonaba en la casa del guarda como el de un amigo y á la vez como un protector. Soledad olvidó á Manolo en cuanto Velázquez depuso con ella la actitud paternal y principió á requebrarla de amores.
Pero en alguna parte se conservan los sentimientos de honradez y pudor. Haga usted cuenta, niña, que ha dejado un mundo de cieno para entrar en otro más perfecto. Dios ha iluminado á su buen protector para que la ponga entre nosotras, que la libraremos de la influencia infernal de las ideas del día.
La viuda, siempre sonriente, se asombraba de sus frases de doble sentido, de los guiños picarescos con que acompañaba sus palabras, y hasta le parecía ¡oh poder de la ilusión! que había en su persona un perfume extraño que comenzaba a crispar los nervios de doña Manuela, algo del ambiente de aquella mala piel de la calle del Puerto, que el protector se había traído sin duda a su hogar honrado.
Los teólogos de la Universidad de Alcalá habian señalado el modo de hacer esta edicion de la Biblia con asistencia de Arias Montano, i por encargo del consejo supremo de la Inquisicion al que Felipe II munífico protector de la empresa habia cometido el negocio. El mismo rei dió á Montano las instrucciones para la ejecucion, ajustadas á lo determinado por los teólogos complutenses.
Encontró en él muy buena acogida y dos amigas: a la una se aficionó de suyo, movida de un instinto protector; llamábanle Guardiana, era nacida al pie del santuario de Nuestra Señora de Guardia, tan caro a Marineda; y según ella misma decía, la Virgen le había de dar la gloria en el otro mundo, porque en este no le mandaba más que penitas y trabajos.
Del sillón a la cama y de la cama al sillón: era todo lo que andaba con trabajo. Moralmente también se hallaba privada de movimiento, falta del impulso protector que le prestaba su hermana. Desde que ésta bajara al sepulcro, no tenía ya quien la sujetase. Esto, lejos de alegrarla, la sumía en una melancolía profunda.
Me pareció leer un poco de despecho en los ojos de Luciana; y como todo lo que atestigua el amor gusta al que ama, aquel despecho me resultó agradable. La Condesa Vannier creyó que debía defenderme y habló de misión de confianza, de joven doncella sin protector, de lealtad, de delicadeza, de honor y otros lugares comunes, que todo el mundo tenía en la mente antes de que ella los dijese.
Amparo realizaba mis sueños: era la mujer que yo había buscado en vano, la mujer que hablaba a mi corazón y a mis sentidos; pero... Amparo no me amaba: si me hubiera amado yo lo hubiera comprendido; Amparo me consideraba como su protector, como su padre: Amparo se resignaba a cumplir mi voluntad hasta el punto de casarse con el hombre que yo la designase... y Amparo amaba... Amparo sufría... sus ojos, mi alma habían apurado su sufrimiento... Amparo no era mía... había visto por un momento mi fantasma y me le arrebataba Dios.
Palabra del Dia
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