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Tengo por cierto Que el rey de Castilla, Alfonso, Es un príncipe perfeto; Mas ¿por dónde quieres que éntre Un labrador tan grosero? ¿Qué corredor de palacio Osará mi atrevimiento Pisar? ¿Qué portero, Nuño, Permitirá que éntre dentro?

Hay que confesar, no obstante, que la conducta de Manín, ofreciendo repetidas veces a sus amigos llevarles a cazar el oso, sin que jamás cumpliera la promesa, la prestaba cierta verosimilitud. Pero el profesar respeto a la salud e integridad de los osos de su país ¿es acaso motivo suficiente para arrojar a un hombre a la cara el calificativo de zampatortas? Nadie osará afirmarlo.

En las veces que fue admitido a la intimidad de la habitación de Nucha y se le consintió aproximarse a la nené y vivir su vida, jamás osara hacerlo.... Miedo de que le riñesen o echasen; vago respeto religioso que se imponía a su alma de pilluelo diabólico; vergüenza; falta de costumbre de sus labios, que a nadie besaban; todo se unía para impedirle satisfacer una aspiración que él juzgaba ambiciosa y punto menos que sacrílega.... Pero ahora era dueño del tesoro; ahora la nené le pertenecía; la había ganado en buena lid, la poseía por derecho de conquista, ¡ese derecho que comprenden los mismos salvajes!

Esto no será muy bonito, pero es tan noble y distintivo que guay del plebeyo que sin haber sido siquiera directorcillo ó juez de sementeras, osara profanar aquella parodia de frac, que tiene por faldones faldamentos. No queremos se nos olvide decir que la camisa oficial es blanca y la chaqueta negra.

Luego, cuando la estruendosa caída del privado, y aun después de la fuga, el caballero avilés, fiel a sus principios de lealtad, fue quizás el único palaciego que osara defenderle. Esto bastó. Una consigna sigilosa bajó de lo alto. Se le hizo sufrir toda suerte de humillaciones, se le postergó en las ceremonias, se le vejó ante las damas, sus memoriales fueron a dar a los braseros.

Los testigos convinieron un duelo a sable que debía realizarse al día siguiente, en una posesión de las cercanías de Lancia. Nuestro héroe, al saberlo, sintió que las piernas le flaqueaban, no de temor, que esto ninguno osará siquiera imaginarlo, sino por la emoción de verse tan próximo a ser objeto de la curiosidad y expectación públicas, no sólo en la provincia, sino en España entera.

Y sólo después que los viajes se hicieron más regulares, se traspasaron los límites marcados por él. Un gran siglo, siglo Titán, el diecinueve, ha logrado observar fríamente esos objetos. Es el primero que osara mirar frente á frente la tempestad, anotar su furia, escribir, digámoslo así, bajo su dictado. Sus presagios, sus caracteres, sus resultados, todo hase registrado.

Si te casas con Fernanda, tu hija pagará el agravio en la forma que ya sabes. ¡Oh! Yo lo impediré. Daré parte a la autoridad. Pediré el depósito de la niña. Eso es hablar por hablar, Luis replicó con calma y sonriendo Amalia. Las autoridades de Lancia son hechura de Quiñones. Nadie osará declarar una palabra contra . Se lo referiré todo a D. Pedro.

JÚPITER, permíteme que hable la primera, como tu esposa y madre de los dioses más poderosos. Ninguno mejor que yo podrá presentarte el mortal más perfecto que el divino HOMERO. Y á la verdad, ¿quién osará disputarle la supremacía, así como ninguna obra puede competir con su Iliada, valiente y atrevida, y su reflexiva y prudente Odisea? ¿Quién, como él, ha cantado tu grandeza y la de los demás dioses, tan magníficamente como si nos hubiera sorprendido en el Olimpo mismo y asistido á nuestras asambleas? ¿Quién contribuyó más á que el odoro incienso de la Arabia se quemase abundantemente ante nuestras imágenes y se nos ofreciesen pingües hecatombes, cuyo sabroso humo, subiendo en caprichosos espirales, nos era tan grato que aplacaba nuestras iras? ¿Quién, como él, refirió las batallas más sublimes en más hermosos versos?

Nadie osará negar estas cualidades á la Odisea y la Eneida, ni al Quijote y el Gil Blas de Santillana, á pesar de sus numerosos episodios. Guardémonos de confundir la armonía con la simplicidad de la acción, ni siquiera con la regularidad de sus partes. Es algo más profundo y espiritual que surge espontáneamente de la belleza del asunto y del equilibrio en las facultades del novelista.