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Actualizado: 1 de junio de 2025
La estadística entró en los consejos constitucionales, fué llamada y oida como un personaje de la nacion, como un gran poder del Estado; la estadística, la aritmética social, el nuevo magnate, expulsó á unos hombres, y llamó á otros para que ocuparan las sillas del gobierno.
Huberto Martholl estaba a su lado, aquel Huberto que ella «prefiere, porque baila admirablemente el boston,» pensaba siempre Juan, acosado por la frase oída. Aislándose de sus vecinos, para absorberse en sus tristes pensamientos, que le demacraban el semblante y le endurecían la mirada, seguía con ojos insistentes los menores gestos de Huberto y de María Teresa.
Y poniendo su trémula mano en mi cabeza, alisó mis desordenados cabellos, y mostrándome unas tijeritas me dijo dulcemente, en voz baja, como si temiese ser oída: ¿Corto? Corta. En vano charló el P. Herrera esa noche. Nos contó memorias de su vida estudiantil; pero no consiguió alegrarnos, y cuenta que el buen anciano tenía mucha gracia para conversar. Todos estábamos tristes.
Yo no vengo aquí como el padre Carantoña a tomar chocolate y a recibir morcillas; vengo a arrojar una semilla fructífera en este erial; vengo a arrojar una palabra en este desierto, con esperanza de que alguna vez sea oída.... Me intereso por vosotros porque sois pecadores. El sano no necesita de médico, el leproso sí. Conocí a la señora Nazaria en casa de D. Pedro Rey, y allí supe su mala vida.
Este hombre que así se nos entró anoche, por la justicia perseguido, a ampararle obligándome, de tal manera se me ha entrado en el alma, que en él vivo y en él muero, y ansio lo que no sé a qué violento término, ni nunca vista ni oída pasión puede llevarme. ¡Ay, cielos tiranos, que habéis hecho que cuando yo ame, ame de tal manera, que sobresaltos de muerte sean los comienzos de mi amor!... Escucha, oye, atiende, Florela; mira lo que en este papel me dice, y cuán preñado está de peligros y temores; que él sabe, porque yo en mal hora se lo he dicho, el crudo enemigo que sedienta me tiene de desagravio; y yo me acongojo viendo en estas casi desembozadas razones del papel que el alma mía me ha escrito, que él se ha puesto en términos de darme cumplida venganza, si pudiere, de ese mi impío perseguidor; y sabe, Florela, que ese enemigo de mi reposo puede tanto y a tanto llega, que posible hallo que con una nueva desgracia aumente la saña que en mi desventurado corazón en contra de él, y en vano hasta ahora, se alienta.
Vivía así con ellos, mientras mis días se sucedían vacíos y sin gozo, como los anillos de una cadena sin fin. En el curso del tercer año, Marta me confió que el deseo más ardiente de Roberto iba a realizarse, que la plegaria que tan a menudo ella había rezado en el silencio de la noche, había sido oída: se sentía madre.
Juana Cortés, viuda de Bartolomé Forteza, alias menjús, negociante de oficio; natural y vecina de esta Ciudad, de edad de cincuenta y ocho años; reconciliada y presa segunda vez por judaizante relapsa; oída su sentencia con méritos, fue relajada al brazo seglar con confiscación de bienes, por hereje, apóstata, judaizante, relapsa, convicta y confesa.
En aquella época, como ya mandábamos, apenas si me trataba con el doctor. Le perdimos de vista; no le hacíamos caso. La musiquilla oída al pasar frente a su casa, era lo único que nos le traía a la memoria.
La vizcondesa lanzó un ligero grito, titubeó un momento, mas advirtiendo que se hallaba demasiado lejos de la habitación para ser oída, arrodillóse delante de la joven desmayada e hízole respirar su frasquito de sales, prodigándole al mismo tiempo dulces palabras. Beatriz volvió lentamente a la vida, y mientras se levantaba desconcertada y atónita: ¿Qué he tenido? murmuró en débil voz.
23 y luz de lámpara no alumbrará más en ti; y voz de esposo y de esposa no será más oída en ti: cuyos mercaderes eran príncipes de la tierra: en cuyas hechicerías todos los gentiles han errado. 24 Y en ella es hallada la sangre de profetas y de santos, y de todos los que han sido muertos en la tierra.
Palabra del Dia
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