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Actualizado: 1 de junio de 2025
Fuertemente asida con ambas manos a los hierros, la cara pegada a estos, alargando la boca para ser mejor oída, decía con voz plañidera: «Cojita mía... cañamoncito de mi alma, ¡cuánto te quiero!... Allá va el patito con sus meneos; una, dos, tres... Lucero del convento, ven y escucha, que te quiero decir una cosita».
Francisca Martí, viuda de Francisco Martí, alias verdera negociante de oficio; natural y vecina de esta Ciudad, de edad de cincuenta y ocho años; reconciliada y presa segunda vez por judaizante relapsa: salió al Auto con insignias de relajada, coroza, Capotillo de llamas y Cruz verde en las manos; oída su sentencia con méritos, fue relajada al brazo seglar con confiscación de bienes, por hereje, apóstata, judaizante, relapsa, convicta y confesa.
A veces ha necesitado gritar muy fuerte para ser oída en Europa, y sólo así, los americanos han largado la presa de que perentoriamente, con el derecho del león, se habían apoderado, saltando sobre el tratado Clayton-Bulwer mismo.
Es una lástima, le dijo Lucía en voz baja, para no ser oída de Muñoz; ahora que no está Adriana para acapararlo como hace siempre, ahora que una podría hablar con usted, se va tan en seguida. Pocos minutos después, acompañándole con Charito hasta la escalera del vestíbulo, su mano enguantada, mientras él descendía, le saludó por encima de la barandilla.
El Símbolo ó fórmula de fé que aprobó el Concilio de Nicea fué la que concibió Osio, como dice S. Atanasio, que se halló presente; y la hizo saber ó publicó en el mismo Concilio Hermógenes, segun refiere S. Basilio, para que oida y considerada la aprobasen y confirmasen los Padres.
Poco después entrábamos bajo la sombra azulada de los grandes árboles y muchas veces estaba ya cerrada la noche cuando echábamos pie a tierra en el patio de Trembles. Por la noche nos reuníamos nuevamente en un gran salón provisto de antiguos muebles; un ancho reloj señalaba la hora, y tan vibrante era su sonería que alcanzaba a ser oída hasta de las habitaciones altas.
Estoico respondió con maravillosa dignidad y orgullo Belarmino, a quien repentinamente se le había revelado el sentido de aquella palabra, oída de labios del señor Colignon. El Padre Alesón se quedó frío. Pensó: «A ver si este pobre hombre posee más sindéresis de lo que yo sospechaba.» Se despidió. Ea, Belarmino; contra mi gusto, tengo que abandonar tu compañía.
Avanzaban los músicos quedamente a lo largo de los corredores todavía iluminados por la luz eléctrica, y deteniéndose en un cruce, embocaban sus instrumentos, repitiendo la solemne alborada. Los durmientes se agitaban en sus lechos. Todos sabían lo que significaba esta música oída entre sueños. El Coral de Lutero.
Ya que tenía dinero, mejor que guardarlo en el fondo del arca era emplearlo como cebo, para que la suerte mordiese en él. Y repitió varias veces esta frase oída a su principal. Pero... añadió con marcada indecisión no sé hasta qué punto convendrá a ustedes exponer un dinero que tanto les cuesta. Don Ramón es infalible, pero ¿quién sabe lo que reserva la suerte...? ¿Quieren ustedes creerme?
4 Tras de él bramará el sonido, tronará su valiente voz, y aunque sea oída su voz, no los detiene. 5 Tronará Dios maravillosamente con su voz; él hace grandes cosas, y nosotros no lo entendemos. 6 Porque a la nieve dice: Sé en la tierra; lluvia tras lluvia, y lluvia tras lluvia en su fortaleza. 8 La bestia se entrará en su escondrijo, y habitará en sus moradas.
Palabra del Dia
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