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Actualizado: 1 de mayo de 2025


Desapareció entonces la Santísima Virgen, y en aquel punto se halló el enfermo perfectamente sano. Acudió á verle todo el pueblo, y oída la causa de su milagrosa sanidad, se encendieron sus corazones en vivos deseos de ser cristianos.

Un soplo formidable, la respiración de un pulmón inmenso, entraba por esta galería. Un zumbido armónico llegaba hasta allí con las ondulaciones del aire, haciendo presentir cierta música lejana, más bien adivinada que oída. En los bordes del arco asomaban cabezas, muchas cabezas: las de los espectadores de los bancos inmediatos, avanzando curiosas para ver cuanto antes a los héroes.

Los Catalanes oida la embaxada del Duque, les pareció mas útil su amistad que la de los otros Príncipes vecinos; y así se concluyó el trato con él, que fué el mismo con que sirvieron al Emperador Andronico. Con estos nuevos socorros el Duque se puso en Campaña á restaurar lo que sus enemigos habian ocupado de su estado.

Don Gil cae en tierra bajo la impresión de tan horrible suceso; anonadado, y sintiendo un cambio completo en todo su sér, invoca la misericordia de Dios, y su súplica es oída; pelean entonces en los aires el Demonio y el arcángel San Miguel; éste triunfa, y obliga á su adversario á renunciar á su presa.

El Tuerto, oída esta última palabra, tumba de un sopapo á sus pies á la delincuente, corre á la cama, revuelve las hojas de su jergón, saca de entre ellas una botellita blanca que contiene un pequeño resto del delatado contrabando, vuelve con ella hacia su mujer, y arrojándosela á la cabeza en el momento en que se incorporaba, la derriba de nuevo y salpica á los chiquillos con el líquido pecaminoso.

Acaso no hubiera dicho nada, ó al menos hubiera dicho poco, si no la hubiésemos encargado sigilo; pero no hablar sobre el asunto, cuando la encarecimos el secreto; no decir nada del secreto que se la fia; no revelar aquel misterio de que ella se enamora; no llevarse el dedo á la boca, imponiendo silencio á Luisa; no cogerla del brazo; no llevarla aparte; no mirar con aire aturdido á uno y otro lado como para ver si es oida de alguno; no cuchichear al oído de aquella pobre jóven; no descubrirla todo lo que nosotros la habiamos suplicado que ocultara; renunciar al placer supremo de esa patética pantomima, decididamente, lectores mios, eso no lo ha hecho madama Fonteral; eso no lo hace ninguna mujer; eso seria un milagro, y el milagro no es el genio de nuestro siglo, sobre todo, no es la gracia especial de las mujeres de Paris.

Ya le decía, don Melchor, por no tengo miedo ninguno. Pues entonces, esté tranquila... o, ¿quiere volver al lado de él? ¿Por qué me dice «eso», don Melchor? contestó ella aproximándosele aún más, bajando la voz como temerosa de ser oída, e inundándole con olor a cedrón de que tenía en la mano un gajo estrujado. Le pregunto, Ramona, porque bien podría suceder.

Los dos dientes centrales superiores eran enormes, y se le veían siempre, porque ni cuando estaba de morros cerraba completamente la boca. Oída la conminación que le hizo Maximiliano, Papitos se desvergonzó más. Ella las gastaba así. Cuanto más la amenazaban más pesadita se ponía.

Romanos, ah Romanos, puede acaso Ser de vosotros esta voz oida? Puesto que mas la baxes, y hables paso, Qualquiera tu razon será entendida. Decid al General, que acerque el paso Al foso, porque viene dirigida A él una embaxada. Dila presto, Que yo soy Cipion. Escucha el resto.

Y oida su embajada y respuesta, se salió del Cuzco, y fué á su Señor Uscovilca, que estaba en aquella sazon holgándose con los señores que traia consigo, allí en el asiento de Vilcacunga; y oido por Uscovilca la respuesta que Inca Yupanqui le inviaba con su mensajero, holgóse della, porque pensaba triunfar del Cuzco, como ya habeis oido.

Palabra del Dia

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