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Actualizado: 27 de julio de 2025
Ante esta dolorosa perspectiva, sus ojos se velan, su corazón se contrae de angustia, y murmura, desesperado: ¿Por qué no he tenido energía para negar? ¿Qué esperaba? ¿Que Jaime hiciera desaparecer la distancia que me separa de su hermana? ¡Locura, locura! ¡Con tal, Dios mío, que nadie sospeche la osadía de mi sueño! Sufre, y su pensamiento evoca, con angustiosa lucidez, el lejano pasado.
Todo el cabildo lo asegura, y los canónigos más formales lo creen a pie juntillas. Hasta los que son amigos y favoritos de Su Eminencia y le llevan recados de lo que aquí se murmura contra él no lo niegan con mucha calor. Y don Sebastián se indigna, se enfurece cada vez que una murmuración de éstas llega a sus oídos.
El mar, con sus olas cambiantes como sus ojos de usted, y de voz grave como la suya, meciendo mi dolor al ritmo de sus ondas me ha dicho «Esperanza». Santa Ana, testigo mudo de nuestros esponsales, parece que me sonríe y que murmura «Confianza». El verde campo, dormido bajo la caricia del sol, el beso de la brisa y la canción de sus nidos, me ha suspirado «Amor». Y todos me han gritado ¡«Anda»!
Buenas tardes, señores dijo Ronzal sentándose en el corro. Dejó los guantes sobre la mesa, pidió café y se puso a mirar de hito en hito a Joaquín, que hubiera querido hacerse invisible. ¿De quién se murmura, pollo? preguntó el diputado dando una palmada en el muslo no muy lucido del sietemesino. Para piernas, Ronzal.
Hijo mío: el mundo murmura de todo. Procura que tu conciencia esté tranquila, y deja que el mundo diga lo que quiera. No engañes a ninguna muchacha. ¡A qué mentir amores a quien no será tu esposa! Angelina seguía cosiendo. Las campanas de la Parroquia soltaron en ese momento alegre repique. ¡Ah! prorrumpió la joven. ¡La fiesta de Todos Santos! ¡Ni quien se acordara! Levantóse y salió.
La joven balancea la llave en la mano, acariciando con los ojos el metal que brilla. Un día, por casualidad, se la vi ocultar allí murmura. ¡Colócala en su sitio! exclama él, una vez más. La joven frunce las cejas; después, con una leve risa. ¡Esto es lo que podíamos hacer!... Y, al mismo tiempo que habla, le echa de soslayo una mirada inquieta y trata de leer en su rostro lo que piensa.
Martín lanza densas bocanadas de su pipa; en medio de la nube en que se ha envuelto, murmura después de una nueva pausa: ¡Hum! eso depende... ¿De qué? De que tú no le guardes rencor. ¿Yo, guardarle rencor? Vaya, vaya, no te defiendas. Juan no responde. No le costará mucho trabajo convencer a su hermano; y, cerrando los ojos, hunde de nuevo la cabeza en los pámpanos que agita el aire.
todo esto, y mucho más, veo yo, oigo y toco. ¡Y por qué el sensible Nemoroso no ha de ser posible en estos valles? ¿Qué distancia hay de ellos á las imaginaciones de Garcilaso? ¡Oh divina poesía!: te veo y te palpo.... Pues señor, aquí, tras este tupido zarzal, cabe el arroyuelo que murmura á mis pies, sobre la florida y olorosa pradera, á la sombra de estos seculares castaños, voy á entregarme á mis gratos ocios. ¡Y dirán las almas de prosa que la poesía es una quimera!
Juan pasea su vista a lo lejos; la llanura que se extiende delante de él, plateada por la luz de la luna, le hace el efecto de un golfo sobre el cual flotaran brumas; le parece que el brazo que en aquel instante se desliza bajo el suyo de modo tan dulce, tan acariciador, lo arrastra allá abajo, al fondo de ese abismo. Buenas noches murmura sin mirar a su hermano.
Ella camina valerosamente, aunque no puede menos de cojear un poco; y de cuando en cuando exhala un débil quejido. De pronto, la joven se vuelve y muestra, tendiendo la mano, el hormigueo de las luces en el lugar de la fiesta, que brillan sobre el fondo obscuro del pinar. Mira qué bonito murmura tímidamente. El responde con un ademán. ¡Juan! ¿Qué, Gertrudis? ¿No me guardas rencor? ¿De qué?
Palabra del Dia
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