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Actualizado: 27 de julio de 2025
¿Cómo va una a hacer para casar a sus hijas, Dios mío? murmura la de Aimont. No puede una, sin embargo, ponerse al acecho detrás de un muro protector y tirar sobre los yernos posibles... A eso se llegará, señora dijo la abuela como consuelo... La caza a los maridos amenaza con hacerse bárbara... ¡Qué costumbres!...
Esta es una diferencia esencial del sólido al líquido para nuestro asunto; la piedra no suena sino cuando la impelen a rodar; el agua murmura sólo corriendo y existiendo. La clase media de la humanidad, así también, va siempre murmurando. Un golpe dado en un cuerpo sólido le arranca un pedazo; el golpe dado ya en el líquido encuentra resistencia, produce ondas, imprime movimiento.
Y cuando todo queda preparado, se sienta y se absorbe en sus meditaciones. De vez en cuando murmura, como para reanimar su valor que se extingue: ¡Volverá! Afuera, la lluvia golpetea las ventanas, el viento de otoño silba sobre la taberna; y cada gota de lluvia, cada silbido anuncia: ¡Volverá! ¡volverá!
Pero aún queda esperanza: de repente acorta el paso, sigue despacio, parece que duda, vacilando entre la cita y el deber... Por fin acelera la marcha, se aleja casi corriendo, y allá, en lo alto de la calle, se pierde confundida en un grupo de gente, mientras don Juan, humillado y rabioso, murmura entre dientes, rasgando el visillo del balcón: ¡Cobarde! ¡Bribona!
Y he aquí que la enferma, con su meningitis y su inconsciencia su incontestable inconsciencia murmura a nuestro amigo: Y cuando no tenga más delirio... me querrás todavía? Esto es lo que yo llamo un pequeño caso de locura, claro y rotundo.
Durante una semana, de cinco á siete de la tarde, el «todo París» de los té tango y los tés donde simplemente se murmura habló con insistencia del casamiento de Mauricio Delfour heredero de la casa Delfour y Compañía, 250 millones de capital con la bella Odette Marsac, nieta de un parlamentario célebre y casi olvidado que había sido candidato dos veces á la presidencia de la República.
Es cierto que el minero habita durante la mayor parte de su existencia las galerías subterráneas que él mismo ha vaciado, pero esas sombras de muerte donde se deposita el grisú, no son su única patria; si trabaja en ellas, su pensamiento está en otra parte, arriba, sobre la tierra alegre, al borde del fresco arroyo que murmura bajo los olmos, festoneado de juncos.
Clara escucha ruborizada estas nobles palabras y murmura: Gracias, gracias, tío Leandro... Gracias todos. Jamás les olvidaré y espero que pronto nos hemos de ver. Y volviéndose a un criado añadió: Ve al comedor y bájame champagne y cigarros. Quiero que ustedes beban una copa y fumen un cigarro a mi salud y a la de mi marido.
Segado por el viento de un huracán furioso desciende al frío suelo el cáliz de una flor: tal de los desengaños al sopolo venenoso fugaz se desvanece un sueño encantador. El río solitario, cruzando las malezas, en su áspero camino tropieza sin cesar, y en vez de alegres odas murmura sus tristezas: tal navegan los hombres de la vida en el mar.
Ha quebrado el juego. Mire usted mi cartón... En realidad, lo único que ha quebrado es la línea. Todo el mundo pierde, excepto el viejecito y un señor que había puesto 1.000 pesetas a negro. ¡Por no saber jugar! murmura un técnico, en discusión con otro jugador . Ese señor ha ganado, ¿y qué? ¿Es que demuestra algo el que haya ganado ese señor?
Palabra del Dia
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