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Actualizado: 5 de junio de 2025


¿Qué os pasa, arquero? gritó Roger corriendo tras él y echándole mano al coleto. ¿Á dónde váis? Á Munster. ¡Suelta, muñeco! Pero ¿qué váis á hacer allí? Meterle seis pulgadas de hierro á tu hermanito en la barriga. ¡Cómo! ¡Insultar á una doncella inglesa y azuzar los perros contra su hermano! Pues ¿para qué tengo yo esta espada?

«; aquí donde me ves agregó Santa Cruz con jovialidad , yo también le tengo cariño a ese muñeco... quiero decir que no me libré del contagio de vuestra manía de meter chicos en esta casa. Cuando Bárbara me lo dijo, estaba ella tan creída de que era mi nieto, que yo también me lo tragué.

Hablaban de reglas del arte, buscaban proporciones, el uno decía que tal figura no tenía siete cabezas, que á la cara le faltaba una nariz, no tenía más que tres, lo que ponía algo pensativo al P. Camorra que no comprendía cómo una figura, para estar bien, debía tener cuatro narices y siete cabezas; otro decía que si eran musculosos, si los indios no lo podían ser; si aquello era escultura ó puramente carpintería, etc. cada cual metió su cucharada de crítica, y el P. Camorra, por no ser menos que nadie, se aventuró á pedir lo menos treinta piernas para cada muñeco. ¿Por qué, si los otros pedían narices, no iba él á pedir muslos?

Todos alababan la destreza del artista, todos se reían observando la chusca fisonomía y la chavacana figura del gran Migajas, mientras éste, en lo íntimo de su insensible barro, no cesaba de exclamar con angustia: «Muñeco, muñeco, por los siglos de los siglosEnero de 1879. En el jardín. Mayo se enojará, lo ; pero rindiendo culto á la verdad, es preciso decírselo en sus barbas.

El estanquero continúa: Bueno; pues yo, teniendo en cuenta lo lista que es Cristeta y lo apasionado que llegó a estar Martínez por ella, me hago la siguiente pregunta, y usted dirá si es un disparate: ¿no es posible que el chico sea del otro de quien habla la doncella, suponiendo que sea verdad, y que Cristeta, al casarse con el Martínez, le haya hecho apechugar con el muñeco... ya nacido o en vísperas?

Al ver aquello, el vizconde se sonrió con malicia mirando a Juan Maury; éste se puso rojo como la grana, y Rafaela, sin poder reprimirse, empezó a reír a carcajadas. Don Joaquín hubo de imaginar que a Rafaela le hacían mucha gracia las muecas de aquel muñeco, y le movió más, poniéndosele delante.

Sin embargo, una muchacha de mi edad que empieza a comprender la vida, y ve de qué regateos son objeto las jóvenes casaderas, no puede tener prisa por dejarse pesar como un saco de dinero. Un marido que se compra no es más tentador que un muñeco de la feria. Y, todavía, se tiene el muñeco por unos cuantos centavos, mientras que el hombre... , ya , ya replicó la abuela distraída.

Decid más bien cuánto os debo yo, señor pintor. ¡Este que es un pájaro y no un muñeco; venid aquí, vosotros, y contemplad esta bella enseña! ¡Calla, y tiene los ojos de color de fuego! exclamó la criada. Y unas garras y un pico que dan miedo, dijo Tristán. Miren el niño, y qué callado lo tenía, comentó el arquero. Es ese un gran pájaro y una bonita enseña para vos, patrona.

Para ser feliz, no necesito más que cariño, sosiego y un mediano pasar. Un cuartito al Mediodía con ventanas al campo aunque esté sobre el tejado; una mujercita sana, risueña, que venga a abrirme la puerta; oírla teclear después de comer alguna sonata de Beethoven... y que me dejen libre alguna hora para modelar cualquier muñeco. Estoy solo en el mundo. Apenas he conocido a mi madre.

Al paso que adelantaba la faena, iban saliendo a luz las bellísimas facciones, dignas del cincel antiguo, coloreadas con la pátina del sol y del aire; y los bucles, libres de estorbos, se colocaban artísticamente como en una testa de Cupido, y descubrían su matiz castaño dorado, que acababa de entonar la figura. ¡Era pasmoso lo bonito que había hecho Dios a aquel muñeco!

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