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Y en seguida: ¿por qué ponía el cura una cara tan chusca, mientras yo recitaba mi lección? Y me eché a reír mientras las lágrimas me rodaban por las mejillas. Pero por más que intenté profundizar este problema, no di con la solución.

Te ha engañado de la manera más chusca... Sólo , que eres la misma inocencia puedes caer en redes tan mal urdidas... Lo que me espanta es que Izquierdo haya podido tener ideas... Es tan bruto; pero tan bruto, que en aquella cabeza no cabe una invención de esta clase. Por lo bestia que es, parece honrado sin serlo. No, no discurrió él tan gracioso timo.

La imagen de los dos poetas cayendo envueltos por el salivazo del gigante provocó risas tan enormes, que el orador se vió obligado á una larga pausa. Fueron muchos los que empezaron á ver en aquel coloso, tenido por estúpido, una bestia chusca, graciosa por sus brusquedades y merecedora de cierta piedad.

Entendió que su hijo se llamaría decididamente Antonio, no recordaba qué otra cosa, y Sebastián. Sebastián... ¿para qué? En fin, poco importaba. Las de Ferraz miraban al niño y al cura con la boca abierta, y como quien asiste a una farsa muy chusca; eran creyentes como cada cual, pero en el mundo, para aquellas señoritas como panderetas, todo era una guasa, asunto de broma y de castañuelas.

Paróse el rey ante Jacobo y le miró sonriendo con cierta chusca malicia. ¿Qué tal, Sabadell?... ¿Y su amigo de usted, Martínez?... Me han dicho que le gustan mucho las violetas... Dígale usted que en la Casa de Campo las hay muy tempranas... Por allí iré yo el jueves, a las cuatro... Y sin añadir una palabra más volvióle la espalda.

Todos alababan la destreza del artista, todos se reían observando la chusca fisonomía y la chavacana figura del gran Migajas, mientras éste, en lo íntimo de su insensible barro, no cesaba de exclamar con angustia: «Muñeco, muñeco, por los siglos de los siglosEnero de 1879. En el jardín. Mayo se enojará, lo ; pero rindiendo culto á la verdad, es preciso decírselo en sus barbas.

Imaginaos los chistes, las bromas que descargaría sobre el pobre Erín nuestra gente sevillana, tan chusca de suyo y tan burlona. El buen hombre tuvo que pasar no sólo por el susto y el aguacero, sino por una risa homérica, de la que en su tierra no había tenido ni aún idea. Confieso con vergüenza que habiendo vuelto con intención de reunirme a él, no tuve valor y eché a correr.

Tal facha y vestido con anteojos era de lo más ridículo que puede imaginarse. Los de la Regencia fluctuaban entre el enojo y la risa, y los extraños que presenciaban aquello, no disimulaban su contento por disfrutar de escena tan chusca.