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Actualizado: 25 de junio de 2025
Mes a mes hacía lo mesmo, y ansí decía el vecindario: "Este ñato perdulario ha resucitao el diezmo." 912 La echaba de guitarrero y hasta de concertador: sentao en el mostrador lo hallé una noche cantando y le dije: "Co...mo...quiando con ganas de oir un cantor."
Acodado el Gallego en el mostrador escuchaba á los parroquianos más viejos, jinetes del país que habían cabalgado de los Andes al Atlántico y del río Colorado al estrecho de Magallanes como guías de los compradores de «hacienda» ó explorando el desierto para descubrir aguadas y nuevos pastos.
Entonces Robledo lloró. Cuatro años de trabajo, ¡y el agua lo disuelve todo, como si fuese azúcar!... Cuatro años de labor perdida... ¡y habrá que empezar otra vez! Su compatriota el dueño del boliche se consideraba tan arruinado como él. En su establecimiento, el cajón del mostrador estaba vacío. Además podía decir adiós á la esperanza de convertir sus arenosos campos en ricas «chacras» de riego.
Poco después desaparece, y con él se borran el sombrero y el boa. Me veo á solas con el capitán más joven, que es el que menos ha hablado. Bebe; mira el reloj que está sobre el mostrador. Vuelve á beber. Me examina un momento con esa mirada que precede siempre á una confidencia grave. Adivino su necesidad de comunicar algo penoso que le atormentaba memoria con una gravitación de suplicio.
Doña Manuela atendía con interés las palabras de los compradores y no volvió la cabeza para ver quién abría la puertecilla de la garita a la que pomposamente llamaban despacho y saltaba velozmente el mostrador. Siéntese usted, mamá.
Pase usted, D. Marcelino. La tienda de D. Marcelino. Aunque mucho más clara de lo que su amo hubiera deseado á tales horas, la tienda no era, á decir la verdad, un farol veneciano. Toda su iluminación se reducía á una lámpara de petróleo colgada en el centro de la estancia sobre el mostrador.
En este aprieto pidió auxilio a Manuel Antonio. Se le había metido en la cabeza una broma chistosa, y antes de renunciar a ella consentiría en cualquier alianza. Desengáñate, Santos decía el marica, de acuerdo con Paco, paseando cierta tarde por el Bombé con Granate, tú, como te has pasado más de la mitad de la vida detrás de un mostrador, no entiendes nada de estos lances.
Quien se vio en aquellos locales, con aquellas anaquelerías y aquel mostrador donde había un cajón de dinero que sonaba a cosa rica..., verse ahora en este nido de urracas, con cuatro trastos, poca parroquia, y en un barrio donde se repican las campanas cuando se ve una peseta..., ¡qué puñ...!». Francisca murió; Rufete fue encerrado en Leganés.
El dueño del bar, un alemán gordo de piernas, cuadrado de cabeza, con pelos duros de cepillo y mostachos colgantes, respondía al apodo de Hindenburg. Sonrió el marino al pensar en la posibilidad de meter á Hindenburg debajo de su mostrador... Quería ver este establecimiento, donde muchas veces había sonado su nombre.
Algunas noches, por favor especial de su amiga y ruegos insistentes de Lucía Moreno, hallaban ocasión de conversar, después del primer acto, durante todo el resto de la función, en la confitería de la cazuela. Entonces se quedaban casi completamente solos. Los mozos, junto al mostrador, contaban dinero y hablaban en voz alta.
Palabra del Dia
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