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Actualizado: 25 de junio de 2025


Tiene la candidez de la juventud, la gracia de una juventud bella, y la seduccion de una actriz. Pegada al mostrador hay una silla, y sentado en la silla hay un hombre, tipo perfectamente parisiense. Con perdon del francés y de mi compañera, digo y declaro que ella me gusta más que él.

Detrás del mostrador ponía su mesa Nazaria; se lavaba manos y brazos hasta el codo; quitábase aquel horrible mandil que le sirviera poco antes, y acompañada de alguna discreta amiga que de la próxima tienda de lienzos venía o de la mujer del vinatero, restauraban sus fuerzas.

Enormes calderos de manteca blanca como espuma ocupaban un extremo del mostrador, y era bonito ver resbalando por aquellas blanduras de grasa las esmeraldas y los diamantes clavados en los dedos de Nazaria.

La mujer oculta en el fondo de su casa, como el arcano de la familia, es mucho más bella que la expuesta al público detrás de un mostrador de mercader, mezclada y confundida con el precio de lo que compra y vende. La mujer árabe no es tan hermosa por su hermosura como por su misterio.

Pues tila, querido, tila. ¿Qué quiere usted tomar, caballero? Un vaso de agua. Mientras Amalia lavaba el vaso en un barreño colocado al extremo del mostrador, Andrés la examinó a su talante. Los datos de Celesto le parecieron exactos. Era una moza de arrogante figura y buenos ojos, de brazos rollizos y amoratados; gorda y colorada en demasía.

A la mujer del maldito blasfemo la compadecían en toda la casa. No lo crean ustedes decía riendo la pobre mujer ; no sufro nada de él. ¡Criatura más buena! Tiene su geniecillo, pero ¡ay hija! Dios nos libre del agua mansa... Es de oro; alguna copita para tomar fuerzas, pero nada de ser como otros, que se pasan el día como estacas frente al mostrador de la taberna.

Sucedía esto allá en Cádiz, en una taberna del Campo del Sur, no lejos de Capuchinos, frente al mar Océano. Para entrar en la tienda era menester subir tres escalones. Cerca de la entrada, á mano izquierda, estaba el mostrador: detrás de él la gran estantería repleta de botellas. Á un lado toneles y barriles y terciados sobre éstos varios zaques de vino.

Mientras don Procopio jugaba adentro con sus cofrades, afuera, delante del mostrador, en presencia de los compradores, se enredaban pláticas que frecuentemente se convertían en disputa. Venegas se complacía en atacar al caído Imperio; Sarmiento le defendía acalorado y lleno de brío. El republicano se ensañaba contra el Catolicismo; el médico decía pestes del partido liberal.

Continuó la cueca, interrumpida un momento por la aparición de Manos Duras, y no cesó al entrar un nuevo personaje, acogido con grandes reverencias por el dueño del establecimiento desde el otro lado del mostrador. Era don Roque, comisario de policía de la Presa y único representante de la autoridad argentina en el pueblo y sus alrededores.

Tenía más entendimiento que su hermana; vestía con esa sencillez airosa de las mujeres extranjeras que se ganan la vida en un mostrador de tienda elegante, o llevando la contabilidad de un restaurant. Su traje era siempre de un solo color, sin combinaciones, de un corte severo y como expeditivo, traje de mujer joven que sale sola a la calle y trabaja honradamente. Expliquemos esto.

Palabra del Dia

rigoleto

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