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Actualizado: 18 de junio de 2025
Yo misma iré a buscarla mañana. Sí, sí... pero no estés mucho tiempo fuera. Cuando no te veo, estoy muy solo.... Me he acostumbrado a verte, y estos tres días me parecen siglos de felicidad.... No me robes ni un minuto. Decíame anoche mi padre que después de verte a ti no debo tener curiosidad de ver a mujer ninguna.
Aquel instante de placer compensaría los tormentos que había experimentado. Un minuto que valía por toda una existencia de dolor. ¿Y por qué no gozarlo? ¿No tenía en su poder al verdugo de su dicha? ¿No estaba allí debajo, durmiendo tranquilamente, mientras él se agitaba todavía entre crueles torturas? Apartose un poco de la ventana y se secó el rostro con el pañuelo.
Ven inmediatamente en el coche con mi amigo Zalacaín. Tu hermano, Carlos.» Después de escribir el papel, Martín se paseó con impaciencia por el cuarto. Cada minuto le parecía un siglo. Dos horas larguísimas tuvo que estar esperando con angustias de muerte. Al fin, cerca de las doce, oyó un ruido de campanillas. Se asomó al balcón. A la puerta aguardaba un coche tirado por cuatro caballos.
No, madre respondió Margarita, pues la señorita de Porhoet no ha llegado aún. Un minuto después, el timbre del péndulo se ponía en movimiento; la puerta se abrió, y la señorita Jocelynde de Porhoet-Gaél, llevada del brazo por el doctor Desmarest, entró en el salón con una precisión astronómica.
El muro habia llegado hasta la mitad de la altura del Rigi cuando el sol mostró todo su disco. Fué entónces que, durante un minuto, pudimos ver el fenómeno del espectro solar.
Apenas transcurrió un minuto entre el anuncio y la entrada de don Paco diciendo buenos días. Buenos días dé Dios a usted, señor padre dijo doña Inés, levantándose de la silla, acudiendo respetuosamente a su padre para besarle la mano y convidándole a sentarse, como se sentó, en un sillón, frente a ella.
Atravesó Versalles, la de los jardines de ensueño, cuna de reyes, de amores y de escándalos.... Salvador no estaba muy enterado de estos lances de historia cortesana; conocía vagamente un poco de todo ello, y apenas si aquellas memorias se asomaron un minuto a la niebla de sus pensamientos.
Desde el día que le ha visto usted salir de Trembles, con una letra llegada de París en el bolsillo, como un soldado con su itinerario en la mano, sus esperanzas habían recibido más de un jaque, pero ello no había disminuido su fe robusta ni le había hecho dudar, por un minuto tan sólo, que el éxito, si no la gloria, estaban en París al fin del camino que él emprendía.
Algunos días antes de su regreso, pensando en ella y eso me sucedía cada minuto, recapitulé los cambios que se habían operado en mi ánimo y me quedé estupefacto. El corazón lleno de secretos, el espíritu conmovido por atrevidos impulsos, el ánimo cargado de experiencia antes de haber conocido nada, me reconocí absolutamente diverso de como era cuando de mí se había separado ella.
No doy un paso sin encontrar una mala cara. Señor Carlos llamar ti mañana. Mañana está muy lejos, y yo necesito el duro hoy, y pronto, Almudena, pronto. Cada minuto que pasa es una mano que me aprieta más el dogal que tengo en la garganta. No llorar, amri. Tú ser buena migo; yo arremediando ti... Veslo ahora. ¿Qué se te ocurre? Dímelo pronto. Yo peinar ropa.
Palabra del Dia
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