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Actualizado: 18 de junio de 2025
Un minuto solamente. Para ver qué facha haces. Os digo que no me visto de mamarracho. ¿Cómo que no? Se nos ha puesto a nosotras en el moño. Mirad que os pesará. La que se me acerque ha de arrepentirse. ¿Y qué nos harás, fantasmón? Eso no se dice hasta que se vea.
Mañana van a llevarla al asilo de los pobres. Bueno, vamos. Deseo verla dijo Godfrey . Creo que ayer vi una mujer como ésa. Os alcanzaré dentro de un minuto o dos. El señor Kimble siguió su camino y Godfrey se volvió a la choza. Sólo echó una mirada sobre el rostro inanimado que descansaba sobre la almohada, rostro que Dolly había arreglado de un modo conveniente.
De la carta a Gato son estas frases: «Todo minuto me es preciso para ajustar la obra de afuera con la del país. ¿Y me habré de echar por esas calles, despedazado y con náuseas de muerte, vendiendo con mis súplicas desesperadas nuestra hora de secreto, cuando usted con este gran favor, puede darme el medio de bastar a todo con holgura, y de cubrir con mi serenidad los movimientos?». «Si le escribo más me parece que le ofendo.
Quedaban en el gabinete la Marquesa, el Magistral y Glocester. Hubo un momento de silencio. El Arcediano se dio un minuto de prórroga para ver si el otro se despedía también.
He hablado un minuto con ella, ponga dos, tres, en su propia casa, y nada más. No tengo, por lo tanto, le repito por décima vez, inclinación particular hacia ella. Es raro, profundamente raro... murmuró el hombre, mirándome fijamente. Comenzaba ya a serme pesado el galeno, por eminente que fuese y lo era, pisando un terreno con el que nada tenían que ver sus aspirinas.
Allí fué el duro batallar, allí las repetidas cargas de caballería; ¡pero todo inútil! Aquellas enormes masas de jinetes que van a revolcarse sobre los ochocientos veteranos, tienen que volver atrás a cada minuto, y volver a cargar para ser rechazados de nuevo.
Yo dije para mí: aquel es un hombre disfrazado de caballero, y señalé al vizcaino: aquel otro es un caballero vestido de hombre, y señalé al sábio y modesto publicista. Otro incidente me ha impresionado más. Un amigo llega esta mañana, me mira, calla, y despues de un minuto de silencio, me dice: ¿usted me oye? Sí, señor, le oigo. Si usted no me ayuda, dentro de tres horas estoy en la cárcel.
Y llevándose el frasco a los labios bebió hasta la última gota, lo lanzó después lejos de sí y apoyando los brazos en la mesa dejó caer sobre ellos la cabeza. Bebimos una vez más a la salud del Rey y es todo lo que recuerdo de aquella noche. Que no es poco recordar. Al despertarme no hubiera podido decir si había dormido un minuto o un año.
Ya se ve bien por el resultado de tal unión dijo el enano con mal humor. ¿Tiene usted una hija? preguntele yo con la mayor indiferencia. Sí, señor, tengo una hija, que parece amasada con rabos de lagartijas. ¡Jesús, qué criatura! Desde que ha venido al mundo, no se ha estado quieta un minuto en ningún sitio.
Porque... porque no: porque para ahogarse usted era preciso que antes me hubiera ahogado yo, y después el yacht con Cornias adentro, y después los peces de la mar, y la mar misma en sus propias entrañas, ¡y hasta el universo entero!... porque hay cosas que no pueden suceder ni concebirse, y por eso no suceden... Y ¡por el amor de Dios! esparza usted ahora esos tristes pensamientos, como yo esparzo los míos... que son bien tristes también, y muy mortificantes y muy negros, y conságrese sin perder minuto a hacer lo que la tengo recomendado; porque no da espera.
Palabra del Dia
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