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Actualizado: 18 de junio de 2025
Durante un minuto presté una atención embrutecida al ruido monótono del péndulo en que fijé mis ojos sin miradas.
A la hora fijada por el Sr. de Moreno Trujillo, ni minuto más ni minuto menos, llamaba Benina a la puerta del principal de la calle de Atocha, y una criada la introdujo en el despacho, que era muy elegante, todos los muebles igualitos en color y hechura. Mesa de ministro ocupaba el centro, y en ella había muchos libros y fajos de papeles.
En aquel momento su costado se despegaba del muelle con lentitud. Hubo que bajar otra vez la escala. Un minuto más, y habrían tenido que alcanzar al Goethe en un bote en mitad de la bahía. Maltrana subió el primero con su valija de mano, no queriendo contestar a las preguntas de los curiosos. Tenía prisa de ganar su camarote para cambiarse de ropa.
Ni sé cómo llegué al cuarto... tenía miedo, mucho miedo de encontrar con alguien... con el ama Engracia... pero yo decía: adelante: Sardiola asegura que se marcha hoy... y si se marcha... tú también te irás a León... y ya, en toda la vida, y en la eternidad, Lucía, como no le veas en el cielo, no sé yo dónde le verás.... Cuando uno piensa cosas así tiene un valor... yo temblaba, temblaba como un azogado: puede que haya roto algo en el cuartito chico... lo sentiría... y también sentiré que afeen mi conducta el Padre Urtazu y el Padre Arrigoitia... la afearán, sí que la afearán... yo les diré que sólo quería verle un minuto... como le daba la luz en la cara, le vi muy bien: está tan descolorido... ¡siempre descolorido!
Estaban seguros de llegar allá antes que Elena. Consultaron con ésta el caso, y teniendo en cuenta lo próximo que se hallaba su matrimonio, la joven señora no tuvo inconveniente en darles permiso para hacerlo. Llegó el tren. Un minuto de parada.
En un minuto la tripulación se levantó... cada uno a su puesto... ¡Qué batahola, señora Doña Francisca! Me alegrara de que usted lo hubiera visto para que supiera cómo son estas cosas. Todos jurábamos como demonios y pedíamos a Dios que nos pusiera un cañón en cada dedo para contestar al ataque. Ezguerra subió al alcázar y mandó disparar la andanada de estribor... ¡zapataplús!
En fin, puesto que todo está en regla, bebamos una copa de rikevir. ¿Qué dice usted de esto, Catalina? Los del Sarre pueden llegar de un momento a otro, y no tenemos un minuto que perder. Tiene usted razón, Juan Claudio respondió la anciana labradora tristemente . Anita, baja a la cueva y trae tres botellas de la despensa. La criada se marchó corriendo.
Su maestro venerado, el rector del seminario, al verle entregado con ardor al estudio de las matemáticas, de la física, de la filosofía, le había dado la voz de alerta. ¿Por qué estudiar tanto? ¿A qué conducía, en último resultado, la ciencia? Lo necesario para salvarse se podía aprender bien en un día, en una hora, en un minuto. Lo importante no es saber, sino orar y trabajar.
Además, el buque seguía lanzando cada medio minuto un bramido indicador de su presencia. Y paseaban por la cubierta con cierto entorpecimiento, con una sensación de extrañeza en los pies, que ya estaban acostumbrados a la movilidad del suelo.
Y minuto tras minuto, corrió más de media hora hasta que llegó, no Leticia, sino una doncella para rogar al guapo mozo que la siguiera a donde su señora tendría el gusto de recibirle.
Palabra del Dia
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