Vietnam or Thailand ? Vote for the TOP Country of the Week !

Actualizado: 26 de junio de 2025


El señor Laubepin en sus frecuentes viajes al castillo de Laroque, no había podido dejar de apreciar las virtudes de mi venerable amiga y se ha formado, desde largo tiempo, entre los dos ancianos, una amistad platónica y respetuosa, cuyo carácter se esfuerza en vano el doctor Desmarest en desnaturalizar.

No estaban en él sino los parroquianos habituales, el cura, el preceptor, el doctor Desmarest, y en fin el general de Saint-Cast y su mujer, que habitan, como el doctor, en la pequeña ciudad vecina. La señora de Saint-Cast, que parece haber llevado á su marido una bella fortuna, estaba entretenida, cuando entré, en una animada conversación con la señora de Aubry.

El señor Laubepin ha sido llamado de París; se le espera mañana y el contrato será firmado al día siguiente bajo su dirección. Esta noche he podido estar de pie algunas horas; pero si he de creer al señor Desmarest, he hecho muy mal en escribir con mi fiebre, y soy un solemne bestia. 3 de octubre.

Mi catedral no es una majadería, sino á los ojos de los majaderos, doctor Desmarest; por otra parte yo defiendo mi derecho, combato por la justicia: esos bienes me pertenecen; se lo he oído decir á mi padre más de cien veces, y jamás pertenecerán, por mi voluntad, á personas tan extrañas en definitiva á mi familia, como usted, mi querido amigo, ó como el señor, agregó designándome con un signo de cabeza.

Aun cuando el señor Desmarest se halla establecido en la casa sobre el pie de un San Juan Boca-de-oro, á quien se sufre la mayor independencia en el lenguaje, el apóstrofe había sido demasiado vivo para no causar entre los asistentes un sentimiento de malestar que se traducía por un silencio embarazoso. La señora de Laroque lo rompió diestramente, preguntando á su hija si habían dado las ocho.

Gracias á la claridad de la noche hallé fácilmente el camino. Una hora después llegaba al castillo. Se me dijo que el doctor Desmarest estaba en el salón. Me apresuré á presentarme á él, y hallé allí como una docena de personas, cuyo continente acusaba su estado de preocupación y de alarma.

No, madre respondió Margarita, pues la señorita de Porhoet no ha llegado aún. Un minuto después, el timbre del péndulo se ponía en movimiento; la puerta se abrió, y la señorita Jocelynde de Porhoet-Gaél, llevada del brazo por el doctor Desmarest, entró en el salón con una precisión astronómica.

El doctor Desmarest, á pesar del respeto que profesa á la señorita de Porhoet, no deja de tomar partido en el número de los burlones; tanto más, cuanto que desaprueba formalmente el uso á que la pobre mujer consagra imaginariamente su quimérica herencia, á saber: la erección en la ciudad vecina, de una catedral del más bello y lujoso estilo, que transmitirá hasta el fin de los siglos futuros el nombre de la fundadora con el de una gran raza extinguida.

Doctor dije alegremente al entrar mi caballo acaba de asustarse de su sombra, me ha tirado en el camino, y creo tener el brazo izquierdo estropeado. ¿Quiere usted verlo? ¿Cómo estropeado? dijo el señor Desmarest, después de desatar el pañuelo si lo tiene completamente roto, ¡pobre hijo mío! La señora de Laroque arrojó un débil grito y se aproximó á .

Sin duda replicó la señora de Aubry á todos nos gusta ser respetados, y uno sólo es respetado en proporción del dinero que tiene. Por mi parte, me consuelo de que hoy no se me respete, pensando que si fuera aún lo que he sido, vería á mis pies á todos los que me desprecian. ¡Excepto á , voto á sanes! exclamó el doctor Desmarest levantándose de pronto.

Palabra del Dia

irrascible

Otros Mirando