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Actualizado: 1 de junio de 2025


Tal es mi voluntad. Joselina Juana, Condesa Porhoet-GaélEn el exceso de mi sorpresa, me había levantado por una especie de sacudimiento, é iba á hablar, cuando la señorita de Porhoet, reteniendo suavemente mi mano, la colocó en la de Margarita.

»A ti Herve Juan Joselyn, señor de Porhoet Gaél, Conde de Torrenueva, etc., que me has seguido en mis reinos y servido con una fidelidad ejemplar, prometo, por favor especial, que en caso de extinción de tu descendencia directa y legítima, los bienes de tu casa volverán, aun con detrimento de los derechos de mi corona, á los descendientes directos y legítimos de la rama francesa de los Porhoet-Gaél, mientras ella exista, y hago este compromiso, por y mis sucesores sobre mi fe y palabra de rey.

La señorita Porhoet, que es la única que queda hoy de su nombre, no ha querido casarse jamás á fin de conservar el mayor tiempo posible en el firmamento de la nobleza francesa, la constelación de estas mágicas sílabas: Porhoet-Gaél. La casualidad quiso que un día se hablase delante de ella, de los orígenes de la casa de Borbón.

No, madre respondió Margarita, pues la señorita de Porhoet no ha llegado aún. Un minuto después, el timbre del péndulo se ponía en movimiento; la puerta se abrió, y la señorita Jocelynde de Porhoet-Gaél, llevada del brazo por el doctor Desmarest, entró en el salón con una precisión astronómica.

La señorita de Porhoet-Gaél, que ha visto pasar este año la octogésima octava primavera de su existencia y que tiene la apariencia de una caña conservada en seda, es el último vástago de una muy noble raza, cuyos abuelos se creen hallar entre los reyes fabulosos de la vieja Armórica.

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