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Fui retardando el paso, para llegar a la puerta a las ocho en punto; ni un minuto más ni uno menos. La criada que salió a abrirme, y que me conocía del tiempo en que yo era dependiente de la casa, me acogió con alegría y quiso entablar conversación; pero la corté con un gesto grave, preguntándole con toda solemnidad por la señora doña Gertrudis Osorio, viuda de Bermúdez.

Mi espíritu veía reflejar en todo lo exterior su propia alegría. Corría por las calles con gran ansiedad, como si en un minuto quisiera verlas todas.

Mirar a la luna medio minuto seguido era romanticismo puro; contemplar en silencio la puesta del sol... ídem; respirar con delicia el ambiente embalsamado del campo a la hora de la brisa... ídem; decir algo de las estrellas... ídem; encontrar expresión amorosa en las miradas, sin necesidad de ponerse al habla... ídem; tener lástima de los niños pobres... ídem; comer poco... ¡oh! esto era el colmo del romanticismo.

No seas tonta. Lo que ganas en dos meses te lo doy yo en un minuto. Por hablar nadie se pierde. Sigún... y yo no quiero líos. Don Juan sacó del bolsillo del chaleco cuatro monedas de a veinte reales y quiso ponérselas en la mano. ¿Va usted a comprar la barandilla del Prao? Toma, mujer.

Y aunque se maten de verdad, ¿qué prueba esto?... Quitarse la vida es una resolución de un minuto, que no da lugar á arrepentimiento; una simple ráfaga nerviosa, un gesto que se hace muchas veces pensando en lo que dirá la gente, con el orgullo frívolo del actor que desea caer en buena postura. Yo lo que es eso. Un hombre se mató por ...

Vamos a ver, ¿cree usted o no, que los hombres sean generalmente unos bandidos? Juan apoyó la punta de su nariz sobre el índice de su mano derecha, lo que es signo seguro de profunda meditación. Después de haber reflexionado un minuto me dio esta respuesta, neta y decisiva: Óigame señorita, le diré a usted: puede ser que sea así, y puede ser que no.

Habían pasado algunas horas de una tortura aguda que se hacía más dolorosa a medida que me alejaba de ella. Mandé al conductor que volviese a Madrid. Luego, le ofrecí una recompensa por cada minuto que ganase. La silla de postas volaba. Yo me había propuesto apurar mi destino cediendo sin resistencia a los impulsos de mi corazón.

Y entonces nos creemos felices y consideramos compensados con este minuto de satisfacción nuestros largos trabajos. Esto me sucede a ahora, querido Sarrió; y por eso este apretón de manos ha puesto en tanta ufanía como en Alonso Quijano la liberación de los galeotes o la conquista del yelmo.

La viuda no perdió un minuto en ir a su lado, y, a media noche, acompañado por Reginaldo, fui otra vez al hotel, porque quería darle ciertas instrucciones sobre su esposo, recomendándole que se negara a verlo, si llegaba a encontrarla, y también despedirme de ella, pues a las nueve de la mañana siguiente partíamos de Charing Cross, con rumbo a Italia.

Don Pablo Aquiles entraba a las seis del Ministerio, minuto más o menos: se quitaba el pesado gabán y revestíase de una chaqueta vieja bien holgada, calzaba los pantuflos e iba a sentarse al lado de la chimenea, apagada desgraciadamente siempre, delante de la pantalla en que las escuálidas cigüeñas se miraban tristonas, cual si lamentaran, ellas también, la ausencia del fuego alegre y reparador.