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Actualizado: 21 de junio de 2025
La guerra añadía Asensio, metiendo la cucharada es cosa nada bueno. Al día siguiente, por la noche, iba a acostarse Martín, cuando la posadera le llamó y le entregó una carta, que decía: «Preséntese usted mañana de madrugada en la ermita del Puy, en donde se le devolverán las letras ya firmadas. El General en Jefe.» Debajo había una firma ilegible.
Su casa está tres puertas más abajo. El viejo echó dos pasos atrás y exclamó: ¡Verdad, amante!... Estoy metiendo la llave en casa de D. Justo el escribano... ¡Tendría gracia que fuera á sorprenderle en el cuarto de la criada!... ¡Ji, ji!... Toda la culpa ha tenido ese perdío de Velázquez... ¡Qué mona llevaba! ¡Superior! ¡pero superior!... Escucha, Ramón... no digas á nadie que me he equivocado, porque se van á creer que estaba borracho... ¡Ji, ji!... ¡Borracho el señor Rafael!... ¡Tendría que ver!... Adiós, Ramón... buenas noches... Chito ¿eh?... Buenas noches... Hasta mañana, si Dios quiere...
El toro, atraído por esta carrera, marchó tras él, y metiendo la poderosa cabeza bajo su vientre lo levantó en los cuernos, arrojándolo al suelo y ensañándose en su mísero armazón quebrantado y agujereado. Al abandonarle la fiera, moribundo y pataleante, un «mono sabio» se aproximó para rematarlo, hundiéndole el hierro de la puntilla en lo alto del cráneo.
No tardaron los señoritos, a pesar del ideal, en tomar parte más activa en el entusiasmo alegre y expansivo de aquellas artistas. También ellos eran pintores. Y, a pesar de las burlas casi irrespetuosas del pinche y de la sonrisa insultante de Pedro, los dos caballeros quisieron probar sus habilidades metiendo la mano en pastas y almíbares y en cuanto se preparaba. Paco se puso perdido.
Penetraron, pues, en el recinto del tiro y fue recibido por los tres o cuatro parroquianos que allí había con muestras de respeto como una lumbrera del arte. Tristán dio claras pruebas de que merecía este honor metiendo ocho balas seguidas a voz de mando en un pequeño círculo del tamaño de un duro.
Después de saludar con escogida afabilidad al guerrillero enfermo, tomó asiento junto a él, y metiendo la mano por ciertas aberturas de la sotana tras de las cuales había bolsillos tan hondos como el mar, empezó a sacar varios cucuruchos de papel semejantes en tamaño y forma a los que hacen en las tiendas para contener dos cuartos de azúcar, de café o de anises.
Sonó en la escalera gran estrépito, suspendimos al punto el juego, permaneciendo con los floretes en la mano en actitud observadora, y he aquí que entran metiendo ruido y cual brazos de mar que todo lo arrollan e inundan delante de sí, dos mozas de lo mejor que puede criar Andalucía. ¿Las conocéis?
Anda, Ricardo..., no hay nada que ver aquí..., vámonos, vámonos... Déjame, niña, déjame contemplar esta monada de cuarto... ¡Qué precioso! y metiendo la nariz por la cama decía con mucha seriedad: ¡Huele a Marta! ¿Quieres callar, majadero?
Si no es eso, María, ¿sabes? dijo Villamelón con la boca llena . Digo que anda mal, porque anda en malos pasos. ¿Me entiendes? Callaron todos, metiendo las narices en el plato, y los rabillos de cada ojo fueron a fijarse en Currita, que desganada, sin duda, mondaba con suma pulcritud y esmero un hermoso albaricoque.
Su padre fue mayordomo de un grande de España, quien, por los tiempos en que aún llamaban Pepito a don José, le empleó en una oficina pública para que no anduviera metiendo bulla todo el día en los pasillos del caserón señorial, y aquel rasgo de caritativo egoísmo determinó el porvenir del muchacho.
Palabra del Dia
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