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Actualizado: 21 de julio de 2025


¿Pero sabes si Margalida me quiere o no me quiere?... ¿ estás seguro de que le parece todo esto un disparate, lo mismo que a ti?... Pep quedó silencioso largo rato, metiendo una mano bajo el fieltro y el pañuelo de seda puesto mujerilmente, para rascarse los bucles crespos y canos de su cabeza.

Y metiendo espuelas á su caballo salió á todo galope, no sin hacer antes á Ricardo un gesto de desprecio. Quedó éste avergonzado por la cruel despedida de la amazona y sin deseos de seguirla. Después su vanidad se alborotó, y quiso alcanzarla para que reconociese que no era un «chapetón», un torpe, como ella creía.

Nuestro joven procuró también adoptar una postura reflexiva metiendo las manos entre las rodillas, y bajando la cabeza, lo cual no le impedía levantar los ojos que, acostumbrados ya a la oscuridad, consiguieron al cabo distinguir las personas y los objetos.

Al mismo tiempo sacó del bolsillo un librito de memorias y leyó con voz suave diversas cantidades que la anticuaria le había prestado en distintas ocasiones: un día treinta duros, otro setenta, otro cincuenta. Entre todas sumaban mil quinientas cincuenta pesetas. Bueno dijo el joven metiendo la cartera de nuevo en el bolsillo. Vamos a hacer una cifra redonda. Le debo a usted dos mil pesetas.

«Dígase lo que se quiera, es el mejor de los tres pensaba, metiendo y sacando la aguja , mejor que el egoistón de Nicolás, mejor que el tarambana de Juan Pablo... ¿Que se quiere casar con una...? Hay que ver, hay que ver eso. No se puede juzgar sin oír... Podría suceder que no fuera... Se dan casos... ¡Vaya!... Y está enamorado como un tonto... ¿Y qué le vamos a hacer? Dios nos tenga de su mano».

Pues señor, atando ahora el cabo de esta narración, sigo diciendo que aquel día comió la señora con buen apetito, y mientras tomaba los alimentos adquiridos con el duro del ciego Almudena, digería fácilmente los piadosos engaños que su criada y compañera le iba metiendo en el cuerpo.

sírveme bien, y no te importe lo demás. Toma, para ti. La propina fue respetable. Me paece a que me está usted metiendo en un berenjenal. A ver si usted se come el queso y yo pierdo el pan. Yo lo remediaría. Otra cosa. Por lo que pueda ocurrir, es indispensable que me digas dónde vivís.

Quedábase estática y lela delante de la señorita, devorándola con sus ojos, y si esta le cogía la cara o le daba un beso, la pobre niña temblaba de emoción y parecía que le entraba fiebre. Su manera de expresar lo que sentía era dar de cabezadas contra el cuerpo de su ídolo, metiendo la cabeza entre los pliegues del mantón y apretando como si quisiera abrir con ella un hueco.

Butrón estrechó la mano de este, murmurando algunas frases corteses, y metiendo Currita la cabeza entre ambos con el descoco más infantil del mundo, dijo muy bajito, saltando casi de alegría, con la pueril vanagloria de la niña que pescara en una fuente un pececillo encamado: ¡Conquista mía, Butrón, conquista mía!... Ya ve usted si me debe el partido...

Y yo respondo: prestando a réditos del ocho por ciento al mes, y más los años de hambre, y metiendo miedo a todo el mundo para que le paguen bien y no le nieguen una miserable deuda de un duro... Y usted dirá: ¿de dónde saca ese Primitivo o ese ladrón el dinero para prestar?

Palabra del Dia

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