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La misericordia y la simpatía me fueron metiendo a Carmen en el corazón; luego ella, con una adorable ingenuidad, hizo el resto, y llegué a sentirme apasionado por mi prima..., porque es mi prima, se lo he conocido en lo ardiente de la mirada, ¿sabes? Salvador dijo que con la cabeza. Y Fernando interrumpió su relato para interrogar: ¿No estaríamos mejor en el salón de fumar?

Y ¿será bien que demos aldabazos para que nos oyan y nos abran, metiendo en alboroto y rumor toda la gente? ¿Vamos por dicha a llamar a la casa de nuestras mancebas, como hacen los abarraganados, que llegan, y llaman, y entran a cualquier hora, por tarde que sea? -Hallemos primero una por una el alcázar -replicó don Quijote-, que entonces yo te diré, Sancho, lo que será bien que hagamos.

Y si á dicho contraste se añade el que formaba todo el don Silvestre con su equipaje, al que desaliñaba más y más metiendo los dedos de sus manos entre el pescuezo y la corbata que le molestaba, hasta dejar ésta debajo del cuello de la camisa, dígame el lector qué le pasaría al pobre hombre cuando en semejante arreo se echó á la calle, sin escuchar los consejos del amigote ni las protestas del elegante guía que, sin el miedo de perder su destino, se hubiera negado á acompañarle.

Mientras Susana le miraba compasiva, el filósofo recorría la pieza, metiendo las narices, estirando el hocico, con movimientos de cabeza más de desdén que de asombro. A veces, tendía la mano para palpar un objeto, pero se contenía. No temas, Nanita decía, ya que esto se llama mírame y no me toques.

48 Y aconteció que, cuando el filisteo se levantó para ir y llegarse contra David, David se dio prisa, y corrió al combate contra el filisteo. 49 Y metiendo David su mano en el saco, tomó de allí una piedra, y se la tiró con la honda, e hirió al filisteo en la frente; y la piedra quedó hincada en su frente, y cayó en tierra sobre su rostro.

Una sonrisa feliz y socarrona á la vez se dibujó en sus labios. Pero no será de vacío, ¿verdad? ¡Ah gran tuno, ahí te duele! profirió Pepón sin dejar de reir y metiendo de nuevo el puño por el estómago á su futuro yerno, que se dobló como un arco. Luego añadió gravemente: Eso no se pregunta siquiera, Quino. Yo no soy rico, pero mientras estéis en mi compañía no os faltará la borona y el potaje.

Siquiera aquí, mal o bien, es uno el rey de la comarca.... El tío Gabriel me lo decía mil veces: las personas decentes, en las poblaciones, no se distinguen de los zapateros.... Un zapatero que se hace millonario metiendo y sacando la lesna, se sube encima de cualquier señor, de los que lo somos de padres a hijos.... Yo estoy muy acostumbrado a pisar tierra mía y a andar entre árboles que corto si se me antoja.

Vacilaba entre figurar á mi héroe dando migajas de pan al pajarito, ó metiendo la cabeza en los sumideros del palacio de su amada. Miré al magnífico Duque, y le con la cabeza gacha y colgante, como higo maduro.

¡Pero chico, si la das con la badila la matas! ¡Que la mate, recontra! ¿Para qué sirve en el mundo esa puerca? ¡Siempre metiéndose donde no la llaman! ¡Caciplándolo todo! ¡Metiendo las narizotas en las cosas de sus hermanos!... ¡Ya no la aguanto más, recontra!

Les cortó el diálogo la aparición repentina de Antonio Zapata, que entró sofocado, metiendo ruido, bromeando a gritos con el dueño del establecimiento y con varios parroquianos. Subió al cuarto interior, y tirando sobre la mesa la voluminosa cartera que llevaba, y echándose atrás el sombrero, se sentó junto a Frasquito y el de los caracoles.