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Actualizado: 28 de mayo de 2025
Pero igualmente sabía todo el valle que el tío Pepón, mientras viviera, no soltaría ni un céntimo, ni una cabeza de ganado, ni un pañuelo de tierra. Como las patatas, sólo daría el fruto dentro de la tierra. En cambio, los tíos de Eladia eran de condición más espléndida.
Pues yo no te doy nada respondió Pepón con firmeza. Pues entonces hasta otra, tío Pepe. Hasta otra, Quino. Ambos empuñaron de nuevo los mazos y se pusieron á trabajar sin volver á dirigirse la palabra. Por la noche hubo esfoyaza en el palacio del capitán.
Rascóse Pepón el cogote sin contestar, sacó su petaca mugrienta de cuero, tomó una hoja del librillo de papel y la sujetó entre los labios por una esquina, luego se echó una polvarada de tabaco sobre la gran palma callosa de su mano y ofreció otra á Quino.
Después de dar algunas profundas chupadas al cigarro, signo de intensa meditación, preguntó mirando á las vigas del techo: ¿Y de cuartos, nada? Ni un ochavo respondió Pepón poniéndose más serio que él, si cabe Telva tiene el dote en la cara. Hubo una pausa. Quino da otros cuantos chupetones al cigarro. Pues Martinán me da cuatro mil reales si caso con Eladia.
Pero hay uno que lleva su increíble osadía hasta á hacer una clara alusión al tonel en qué nuestro héroe estuvo guardado cuando fué perseguido por Firmo de Rivota, y entonces ¡puño! el hijo de la tía Jeroma salta como un leopardo de los bosques, levanta su mazo... y habría la de Roncesvalles si no intervienen Regalado, el tío Pepón y otros caracterizados personajes allí presentes.
Llegado el momento de pisarla, Regalado envía recado á Nolo de la Braña y Jacinto de Fresnedo, hijos de sus primos Pacho y Telesforo, avisa á algunos inteligentes labradores de Canzana, entre ellos al tío Pepón, padre de la hermosa Telva, que ya conocemos, y ayudado de Quino, Bartolo y otros mozos de Entralgo se comienza solemnemente la fabricación de la sidra.
Lo que absorbía toda su atención é inquietaba su espíritu eran otras condiciones ocultas y sustanciosas que un mozo tan señalado por su ingenio no podía perder de vista. El tío Pepón era un labrador rico, y aunque tenía tres hijos, á los tres los dejaría bien acomodados; todo el valle lo sabía.
Decidióse, pues, á hablar con el tío Pepón. Para efectuarlo se colocó á su lado mientras pisaban la manzana. En un momento de descanso le dirigió estas palabras afectando ruda franqueza: ¿Entonces, tío Pepe, me da usted á Telva ó no me la da?
Al llegar la hora de retirarse y hacer la cuenta, Martinán decía sin vacilar: «Manuel tiene diez y siete; el tío Goro trece; Pepón treinta y cuatro, etc.» ¡Maravilloso cerebro que aun elevándose á las más altas esferas de la filosofía no abandonaba la inspiración matemática! En este momento se debatía la cuestión de las minas y del ferrocarril proyectado para extraer sus productos.
Una sonrisa feliz y socarrona á la vez se dibujó en sus labios. Pero no será de vacío, ¿verdad? ¡Ah gran tuno, ahí te duele! profirió Pepón sin dejar de reir y metiendo de nuevo el puño por el estómago á su futuro yerno, que se dobló como un arco. Luego añadió gravemente: Eso no se pregunta siquiera, Quino. Yo no soy rico, pero mientras estéis en mi compañía no os faltará la borona y el potaje.
Palabra del Dia
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