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Empezó á alejarse, pero todavía se detuvo para añadir con una crueldad de niña mimada: No me gustan los hombres que piden perdón. Además, juré que sólo volvería á verle si me echaba el lazo... Pero no podrá echármelo nunca. Usted no es mas que un gringo chapetón, y además de torpe desagradecido.

270 Dos de ellos que traiban sables más garifos y resueltos, en las hilachas envueltos enfrente se me pararon, y a un tiempo me atropellaron lo mesmo que perros sueltos. 271 Me fui reculando en falso y el poncho adelante eché, y en cuanto le puso el pie uno medio chapetón, de pronto le di un tirón y de espaldas lo largué

889 Pa tallar, tome la luz; la sombra al alversario; acomódese al contrario en todo juego cartiao: tener ojo ejercitao es siempre muy necesario. 890 El contrario abre los suyos, pero nada ve el que es ciego: dandole soga, muy luego se deja pescar el tonto; todo chapetón cre pronto que sabe mucho en el juego.

¡Gringo chapetón!... ¡Maturrango que no sabe tenerse sobre el caballo! Conservaba Ricardo en el delantero de su silla un lazo de cuerda que le había regalado Flor de Río Negro. Mientras galopaba lo desenrolló, para arrojarlo sobre ella cada vez que estaba próxima.

Ella, después de mirar á un lado y á otro para convencerse de que su padre estaba lejos, dijo en voz baja, imitando el acento del norteamericano: ¡Gringo chapetón! ¡grandísimo torpe!... Si que me has hecho daño, y el lazo lo tiras rematadamente mal... Pero de todos modos me enganchaste con él, y como yo juré que sólo así conseguirías tenerme otra vez... aquí me tienes.

Llamaban chapetón en Indias a los que, por recién llegados, ignoraban las costumbres y trato de aquella tierra. Rojas Zorrilla en la jorn. II de Lo que quería ver el Marqués de Villena: «ZAMBAPALO. Señor, he de hablar de veras: yo tengo miedo. MARQU

Y metiendo espuelas á su caballo salió á todo galope, no sin hacer antes á Ricardo un gesto de desprecio. Quedó éste avergonzado por la cruel despedida de la amazona y sin deseos de seguirla. Después su vanidad se alborotó, y quiso alcanzarla para que reconociese que no era un «chapetón», un torpe, como ella creía.

Vióme muchacho, boquirrubio, cariampollado, chapetón; parecíle un Juan de buena alma, y que para bastara que quiera. Preguntóme: "¿De dónde sois, hijo?", díjele que de Sevilla; llegóseme más, y dándome con su mano unos golpecitos debajo de la barba, me dijo: "Y ¿adónde va el bobito?" Díjele que iba a la corte, que me diese de comer.

Cebados ya los indios en profanar los templos y matar europeos, entraron en la iglesia y convento de San Agustin, encontraron en la calle con D. Agustin Arregui, criollo, y queriendolo matar, porque les pareció europeo, á fin de escapar, les dijo: "Yo no soy chapeton, sino criollo: entrad al convento, donde están cinco chapetones con sus armas."