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El notario retrocedió, reculando, hasta el rincón más oscuro de su cuarto, con los ojos desmesuradamente abiertos, la mirada extraviada, y extendiendo hacia adelante los brazos, como para rechazar a un enemigo. Castañeteando los dientes, murmuró con voz sofocada, como en las novelas de Javier de Montepin: ¡

Los generales conocían la inminencia de un ataque terrible, los soldados viejos la preveían, los bisoños la sospechábamos, y nuestros caballos, reculando y estrechándose unos contra otros, olían en el espacio, digámoslo así, la proximidad de una gran carnicería. Eran las seis de la mañana y el calor principiaba a dejarse sentir con mucha fuerza.

Pronto se le ofreció ocasión oportuna: a una vuelta del carruaje enredóse la sombrilla en las ramas de un roble, y despedida aquella con violencia, vino a caer sobre uno de los caballos; espantóse el animal, reculando bruscamente; retrocedió el coche a su empuje, osciló un momento y quedó inmóvil, inclinado, hundiéndose, hundiéndose suavemente... Un grito de espanto escapóse de los labios de todos, y una vieja que cruzaba guiando un borriquillo gritó, extendiendo los enjutos brazos, con esa energía de la fe en los momentos de angustia: ¡Aita San Ignazio..., salbazazu!.

Ahí me valió la fortuna de que peliando se apotra me amenazaba con una y me largaba con otra. 600 Me sucedió una desgracia en aquel percance amargo; en momento que lo cargo y que él reculando va, me enredé en el chiripá y caí tirao largo a largo. 601 Ni pa enconmendarme a Dios tiempo el salvaje me dió; cuanto en el suelo me vió me saltó con ligereza: juntito de la cabeza el bolazo retumbó.

Ni en la sacristía, ni en la capilla, había más luz que la escasa claridad que penetraba por cúpulas y ventanas, y al principio nada pudimos distinguir; pero, a poco, la trémula luz de la linterna nos hizo ver que todos los objetos de plata, absolutamente todos, se hallaban amontonados bajo el coro, cercando, aprisionando en el rincón, a don Guadalupe Robles, quien, con el cuerpo echado para atrás, como reculando, extendía ambos brazos contra los muros de aquel ángulo de la capilla.

270 Dos de ellos que traiban sables más garifos y resueltos, en las hilachas envueltos enfrente se me pararon, y a un tiempo me atropellaron lo mesmo que perros sueltos. 271 Me fui reculando en falso y el poncho adelante eché, y en cuanto le puso el pie uno medio chapetón, de pronto le di un tirón y de espaldas lo largué

128 Vide el pleito mal parao y no quise aguardar más... es güeno vivir en paz con quien nos ha de mandar; y reculando pa atrás me le empecé a retirar. 129 Supo todo el comendante y me llamó al otro día, diciéndome que quería aviriguar bien las cosas... que no era el tiempo de rosas, que aura a naides se debía.