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Actualizado: 21 de junio de 2025
De repente, en el círculo terrible, hacha en mano un mancebo se presenta, que ante su paso arrolla á los cristianos y á sus plantas exánimes los deja, cual en las mieses la segur metiendo el campesino infatigable siega.
Las dos muchachas, oriundas del barrio de Monserrat seguramente, rayaban en los 20 o 22 años y penetraron en nuestro grupo, que ya se iba estrechando, metiendo una algarabía inusitada de gritos y risotadas cuyas causas no me podía explicar. Mira, mamá dijo la mayor, este caballero es tan amable, que te va a dejar mirar por el anteojo.
Después alzó los ojos á los adustos riscos de la Peña Mayor y se estremeció. Creyó sentir una corriente de aire glacial por el corazón. Quedóse pálido, cual si acabase de ver algo muy espantoso. ¿Qué será esto? murmuró mientras cerraba apresuradamente la ventana. Se fué otra vez al escritorio y apoyó sobre él ambos codos, metiendo la cabeza entre las manos.
Inclinábase el chico a economizar, y tenía una hucha de barro en la cual iba metiendo las monedas de plata y algún centén de oro que le daban sus hermanos cuando venían a Madrid. En la ropa era muy mirado, y gustaba de hacerse trajes baratos y de moda, que cuidaba como a las niñas de sus ojos.
Uno para mí, aquí tiene el peso y mostraba el billete hecho pelotón entre los dedos. El interpelado, después de mucho rato, y aturdido probablemente por los gritos de Caparrosa, lo vio al fin trepado en la ventana y metiendo apenas la cabeza en dirección al zaguán y arrugando el boletín para tirárselo, le gritó: ¡Largá el peso!
Y entonces comenzaron mis cuidaos, ¿sabes?... Después pasó lo que pasó y me fuí metiendo, metiendo en el querer... y hoy eres para mis ojos, criatura, la misma Virgen del Carmen, el principio y el fin de todas las cosas... ¿Por qué no me has escrito, dí? Una palabra tuya me hubiera hecho volar á tu lado y pedirte perdón... Pero hacer que me escribiese ese tío no te lo perdonaré jamás...
Echaremos por estos prados adelante replicó la Nela, metiendo su mano en una de las faltriqueras de la americana del mancebo . ¿A ver qué me has traído hoy? Busca bien y encontrarás algo dijo Pablo riendo. ¡Ah, Madre de Dios!
La Serpolette estaba rodeada de dos gallardos oficiales, de un marino y un abogado, cuando le divisó rondando y metiendo en todas partes y rendijas la punta de su larga nariz como si sondease con ella los misterios de la escena.
Los criados, o eran fieles, o temían y no daban luz, por más que Viváis-mil-años los agasajaba y los convidaba a la taberna; ellos no decían de su señora sino que era una dama honestísima, que tenía penas y que las lloraba en su soledad: si aquellas eran penas de amor, los criados no lo decían, o no lo sabían, y Viváis-mil-años vivía como un alma en pena, metiendo las narices por todos los resquicios, y sin oler nada que le sirviese para cerciorarse de qué casta de, pájaro era aquel prodigio humano, que siendo rica y joven huía del mundo, y siendo hermosa no buscaba el amor.
Otras veces se pone de rodillas, escarba con las manos y va metiendo en el talego restos, desperdicios y sobras de mil cosas distintas. Al creciente claror del día su figura comienza a dibujarse. Es joven, robusto, ágil, pero repugnante por lo sucio y lo feo.
Palabra del Dia
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