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Actualizado: 26 de julio de 2025
Dame la carta. Paco, sin responder palabra, sin saber qué pensar de todo aquello, no atreviéndose a creer que Beatriz mentía, no atinando a explicarse cómo se mintiese tan bien, y recordando, no obstante, que en la carta de Braulio había pruebas casi evidentes de que Beatriz era culpada, le entregó por último la carta. Beatriz la desdobló con ansia, y no la leyó, la devoró.
El golpe fue cruel, porque al oírle, Diógenes sintió que le arrancaban de allá, muy hondo, algo que era la esperanza de la vida, la más arraigada de todas las esperanzas, por ser la última, que no se arranca nunca sin llevarse detrás lágrimas de los ojos y sangre del corazón... Cególe un movimiento feroz de ira, porque nada hay más ilógico que el terror, y pareciéndole aquello un robo descarado que venía a hacerle, revolvióse furioso contra el médico como si fuera él quien pretendiera hacerle el hurto, y arrojóle a la cara cuantas injurias y obscenidades encontraron en la sentina de su alma la cólera y el horror... Asustados y sorprendidos el médico y el fondista, retiráronse al punto, dejando a Diógenes solo, revolcándose furioso, comprendiendo por la postración y la angustia que le embargaron al punto tras su arrebato, que el médico no exageraba ni mentía, que la muerte se aproximaba, en efecto, y que era forzoso condenarse o capitular..
Mentía Concha con aplomo dando a sus amistades con Maltrana este remoto y puro origen, lo que proporcionó a la buena señora una repentina confianza. Su joven compañera la llamaba Misiá, sabiendo que este título honorífico, de origen criollo, le gustaba más, por su sabor patriarcal y rancio, que el Doña, de origen peninsular.
Eso quiero yo, Ana; saber... saberlo todo. Yo también padezco, yo también creí morirme, aquí mismo... sentado ahí... donde otras veces hablábamos del cielo... y de nosotros. Ana, yo soy de carne y hueso también; yo también necesito un alma hermana, pero fiel, no traidora.... Sí, creí que moría.... ¿Por mí, por culpa mía, verdad? ¿Morir por ser yo traidora, si mentía, si me manchaba?...
Su corazón, indudablemente, estaba en otro lado. Hasta le hice entrever un porvenir dichoso cuando hubiera por medio un editor responsable. En aquel momento mentía yo como un bellaco, porque, en mi concepto, si Isabel no estaba enamorada del duque, por lo menos lo parecía. A Villa tenía la absoluta seguridad de que no le amaba.
Venía a decirle, a su modo, con muchas frases románticas, pero con sinceridad, por lo que al presente se refería, que aquel tiempo pasado en el pueblo de Bonis la había transformado, y no podía lanzarse a la vida alegre en que su hermosura la prometía triunfos y provecho. Ocultaba, como siempre, las aventuras antiguas, pero no mentía en cuanto a la actualidad.
Me han contado que tiene á sueldo un novelista de folletón, el cual debe lanzar todas las semanas un cuento de esta clase para enardecer á los jugadores. Acogió el príncipe con una sonrisa la invención de su amigo, pero Lewis no aceptaba paradojas en asuntos tan respetables, y gritó que todo lo que él contaba lo había presenciado. Mentía sin darse cuenta al hacer esta afirmación.
Y mentía profundamente. Bueno, me alegro... Dejemos esto. Hasta mañana. ¿Cuándo quieres que volvamos allá? ¡Nunca! Se acabó. Vi que verdadera angustia le dilataba los ojos. ¿No quieres ir más? me dijo con voz ronca y extraña. No, nunca más. Como quieras, mejor... No estás enojado, ¿verdad? ¡Oh, no seas criatura! me reí. Y estaba verdaderamente irritado contra Vezzera, contra mí...
No miento, Catalina, no miento; yo te amo, yo te adoro, yo te venero... ¡Dios lo sabe! Y Quevedo no mentía. Amaba con toda su alma á la condesa. Pero amaba más á su ambición. Su ambición estaba personificada en el duque de Osuna, y Quevedo servía al duque en cuerpo y alma.
Decidiome esta buena señal a ir más lejos en mis tentativas, y la dije que él había estado real y positivamente enfermo; que por eso no había venido, y no por lo que decía el anónimo..., y ya iba a añadir que, como mentía en eso el inicuo papel, también mentía en la mayor parte de lo demás que declaraba, cuando noté que Luz se cubría la cara con las manos y se oprimía con fuerza los ojos, como si detrás de ellos comenzaran a batallar otra vez sus mal apaciguados pensamientos.
Palabra del Dia
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